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65 años de animales en órbita
Laika, la odisea de la primera perra astronauta… y su sucesor en 2024
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El 3 de noviembre de 1957 la nave soviética Sputnik 2 fue lanzada al espacio. Era uno de los muchos experimentos con los que rusos y americanos competían en la carrera espacial que llevaría a los segundos a la Luna. A bordo de aquella nave, un solo pasajero: una perra, Laika, que ha pasado a la historia por ser el primer animal en orbitar la Tierra. Pero no fue el único animal usado en estos experimentos. Ni será el último… aunque ahora se trate de otro tipo de perros.
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LOURDES GÓMEZ.
Pasó los tres primeros años de su vida deambulando como por las calles de Moscú, soportando el frio y el hambre, así que cuando fue reclutada por el servicio espacial soviético, aquella perra de raza imprecisa y antecedentes huskies, venía ya ‘curtida’. Eso fue precisamente lo que la hizo candidata a convertirse en ‘astronauta’. No fue la única, los rusos ya había usado varios perros en misiones espaciales anteriores, pero esta –a la que pusieron varios nombres antes de decidirse por Laika– tuvo éxito… o eso dijeron.
Los rusos celebraron el éxito de la operación del Sputnik 2. La nave logró dar la vuelta a la Tierra en el tiempo y altura estimados y permitió que cuatro años más tarde, en 1961, Yuri Gagarin se convirtiera en el primer humano en hacer lo mismo que Laika a bordo de la Vostok 1.
Lo que los soviéticos no contaron fue el triste final de Laika. Al principio, dieron información parcial, dijeron que había muerto por falta de oxígeno, que había sobrevivido cuatro días… Pero lo cierto es que en la época a nadie le preocupó realmente la salud del perro, centrados como estaban en las consecuencias políticas de la conquista espacial que, en aquel momento, dominaba la Unión Soviética.
No fue hasta octubre de 2002, cuando el científico Dimitri Malashenkov, quien participó en el lanzamiento del Sputnik 2, reveló que Laika había muerto entre cinco y siete horas después del despegue, debido al sobrecalentamiento. Las temperaturas en la nave en aquel momento eran muy elevadas; fueron necesarias múltiples avances técnicos para hacerlas habitables.
Pero lo cierto es que aquella nave no fue diseñada para ser recuperable, y siempre se tuvo la intención de que Laika muriera. El Sputnik 2 con los restos de Laika, orbitó la Tierra 2.570 veces, durante 163 días. La nave se desintegró al entrar en contacto con la atmósfera el 14 de abril de 1958.
Mejor suerte tuvieron otros dos perros callejeros rusos que además de orbitar nuestro planeta retornaron sanos y salvos. Se llamaban Belka (Blanquita) y Strelka (Flechita) y volaron al espacio en 1960. Como anécdota, una de los descendientes de Strelka, llamada Pushinka (Peludita), se convirtió en la perrita de los Kennedy en la Casablanca. Fue un regalo del dirigente soviético Nikita Kruschev.
Entre 1948 y 1961, más de 48 perros fueron enviados a misiones espaciales.
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Y ahora, cuando se prepara la misión Artemisa de la Nasa para volver a explorar la Luna, los perros vuelven a las naves espaciales.
El programa Artemisa llevará a la Luna a la primera mujer en 2024, pero también llevará un perro… robot. La propuesta nació de investigadores europeos de Legged Exploration of the Aristarchus Plateau (LEAP), que crearon un perro robot llamado ANYmal, muy similar a los que hace Boston Dynamics. Cumplirían el mismo trabajo que los robots rovers, pero con mayor movilidad, lo que permitirá explorar algunos de los terrenos lunares más desafiantes, como la meseta de Aristarchus, una región particularmente rica en minerales pero de acceso muy difícil.
ANYmal puede sube pendientes pronunciadas, despliega instrumentos científicos y se recupera en caso de caída, y usa sus patas para cavar canales en el suelo y juntar muestras. Es más adaptable que las ruedas de los rovers. Los científicos también destacan su agilidad, recorre grandes distancias en un corto periodo de tiempo. Y puede transportar sensores multiespectrales, radares, espectrómetros de masas y otros instrumentos. ANYmal despertará menos empatía que Laika, pero también menos críticas en caso de tener que ser sacrificado en nombre de la ciencia.
Cosmonautas de cuatro patas (o más)
La trágica saga de los Albert
El primer mono en salir al espacio fue un macaco Rhesus, Albert II, en 1949, a bordo de un cohete V-2. Dos años después, Yorich se convirtió en el primero en regresar con vida. El objetivo era estudiar la reacción fisiológica a 70 km de altura. Albert II, en realidad, fue parte de una saga de monos, los Albert, que la NASA envió en diversas expediciones. Todos fallecieron, o por hipercalentamiento o porque sus naves se estrellaron. El que el primer Albert conocido (en la foto) lleve el número dos, ha desatado teorías de la conspiración que afirman que hubo un primer Albert atado a un cohete V-2 en 1948 para una misión secreta. En realidad, Albert I no está considerado como ‘animal espacial’ porque no logró alcanzar una altitud mínima para que su viaje se calificara espacial; llegó a los 62,3 kilómetros y es necesario llegar a los cien. Murió por asfixia.
Insectos trabajando a gran altura
Los primeros animales que se mandaron al espacio con fines científicos, a bordo de cohetes V-2, fueron unos ejemplares de la mosca de la fruta. La primera misión se lanzó en 1946 con el fin de estudiar los efectos de la exposición a la radiación a grandes alturas. La radiación les produjo un envejecimiento prematuro. Bastantes años más tarde, en 1973, dos arañas de jardín volaron al laboratorio espacial SkyLab para estudiar si podían construir sus redes en microgravedad. Anita y Arabella, nombre de las arañas, lograron tejer sus trampas con un hilo más fino de lo normal, antes de morir deshidratadas a los dos meses. |
Chimpancés con medalla de héroe
Ham fue el primer chimpancé en salir al espacio, en enero de 1961. Durante el vuelo ejecutó tareas para las que había sido entrenado por la NASA, como tirar de palancas. Fue un vuelo de prueba realizado cuatro meses antes del de Alan B. Shepard, el primer astronauta estadounidense. Ham regresó ileso y recibió su correspondiente medalla de héroe. Enviar primates en misiones espaciales parece algo del pasado, pero en 2013 Irán envió un mono al espacio como prueba del plan nacional iraní de enviar un hombre al espacio en los próximos años. El monó de Teherán alcanzó los 120 kilómetros de altura y regresó ileso.
Tortugas, lagartos, peces… lunares
Tortugas, conejos, peces, lagartos… también han tenido el ‘privilegio’ de ser tripulantes de vuelos que superen los 100 kilómetros de altitud. Los primeros animales en orbitar la Luna fueron unas tortugas rusas lanzadas en 1968 por la Unión Soviética a bordo de la sonda Zond 5. En 1970, fueron enviadas al espacio dos ranas para estudiar las condiciones de microgravedad. El estudio fue relevante para la instalación de la Estación Internacional Espacial. En la foto, el astronauta Donald Thomas examina un lagarto tritón que voló en la nave Columbia en una misión de 1994.
El astrogato que regresó en paracaídas
El astrogato, como lo bautizó la prensa de la época, fue lanzado por Francia en 1963 dentro de una operación de lo que luego sería la Agencia Espacial Europea, para medir sus impulsos neuronales. Félicette, que era un gato callejero, se recuperó vivo tras alcanzar más de 200 kilómetros de altura y descender de su cápsula con paracaídas. Pero fue sacrificado dos meses después para analizar el efecto de la exposición espacial en su cerebro.
Invertebrados que sobreviven a todo
Los últimos protagonistas reseñables de los viajes espaciales han sido unos animales singulares, los tardígrados, también conocidos como osos de agua.
Estas criaturas microscópicas tiene una gran capacidad de adaptación a situaciones extremas, por lo que fueron testadas en 2007 a sobrevivir en el espacio durante 10 días sin ninguna protección.
Y lo lograron: con falta de oxígeno, exposición a la radiación cósmica y solar, frío extremo y microgravidez. Son el primer ser vivo capaz de sobrevivir en el espacio abierto y únicamente con su envoltura natural.
Unos años antes, otros invertebrados habían protagonizado un hecho sorprendente: Cientos de gusanos que viajaban en 2003 en el Columbia como parte de un experimento fueron hallados vivos entre los restos de la nave semanas después del accidente que le costó la vida a los siete tripulantes, al desintegrarse el cohete al poco de despegar. Los gusanos no solo sobrevivieron sino que se reprodujeron cuatro veces.
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