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La historia de España podría haber sido distinta sin el denominado ‘incidente de Begoña’, un intento de asesinato ocurrido en Bilbao contra el general del Ejército que en 1942 dirigía el Ministerio de la Guerra. Ese atentado permitió al dictador Franco asentar su poder pero marcó también la posición del régimen en plena Segunda Guerra Mundial, cuando las tornas estaban cambiado y convenía mostrarse menos cercano a la Alemania nazi.
Entre los personajes que marcan esta historia hay generales como José Enrique Varela, quien llegó a desafiar al propio Franco; espías nazis, falangistas mutilados de guerra y desequilibrados; y sucesos tan rocambolescos como intentos de linchamiento por las calles de Bilbao, espías de ronda en los burdeles y una revuelta en la que los requetés llegaron a abofetear en público al jefe de la Policía Armada de Bilbao.
La consecuencia del incidente fue de una máxima relevancia: un acérrimo seguidor de Franco fue fusilado por orden del propio dictador y el caudillo utilizó la confusión para desencadenar una crisis de gobierno, desalojar del mismo al ministro de Exteriores, el pronazi Ramón Serrano Suñer, que además era su cuñado, y asentar su poder en España.
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1942 | Antecedentes
Carlistas contra falangistas
En 1942, a tres años del final de la Guerra Civil, el régimen franquista estaba dividido en tres grandes sectores ideológicos: los monárquicos, los tradicionalistas o carlistas y los fascistas de Falange. Para desactivar a los dos últimos, los más beligerantes, Franco había ordenado su unificación en un solo partido único La Falange Española Tradicionalista y de las JONS. Tanto entre algunos falangistas como entre la mayoría de los carlistas, la medida provocó un profundo desagrado y surgieron las tensiones entre ambos grupos.
Los carlistas eran de carácter monárquico, muy conservadores, y muchos tenían simpatías hacia Inglaterra, mientras los fascistas de Falange cultivaban sus conexiones con el Partido Nazi en Alemania. En ese ambiente, los carlistas se sentían apartados del poder ante el cada vez mayor peso en la dictadura del cuñado de Franco, Ramón Serrano Súñer, un abogado falangista que aspiraba a convertir España en un régimen fascista similar al italiano y con contactos directos con la jerarquía nazi.
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Los carlistas, por su parte, conspiraban para imponer la monarquía tradicional, encabezada por su pretendiente de la que consideraban rama legítima de los Borbones, el ‘rey’ Javier, y estaban en contacto con altos mandos militares.
El enfrentamiento entre ambos bandos hizo que en Bilbao se celebrasen una serie de insólitos actos públicos en los que, entre otras voces, se coreaba «Muera Franco», y que solían ser vigilados y reprimidos con discreción y moderación. Estos incidentes y manifestaciones eran omitidos por la prensa, que además de pertenecer directamente al régimen, estaba sometida a una censura estricta.
El primer incidente grave tuvo lugar el 25 de julio de 1942 en el centro de la capital vizcaína. Los tradicionalistas quisieron celebrar una misa en la iglesia de San Vicente en memoria de Carlos V y sus descendientes, así como por los requetés muertos en la guerra civil. Las autoridades franquistas, en previsión de incidentes, prohibieron el acto argumentando que los permisos no se habían tramitado adecuadamente. La medida se publicó en todos los periódicos en una nota breve. Pero pese a que había sido prohibida por el Gobierno, los carlistas, muchos de los cuales habían llegado de Gipuzkoa, Navarra e incluso Cataluña, a pesar de los controles, se manifestaron por la Gran Vía, hasta el Arenal, gritando lemas como «Viva el Rey», «Viva la España tradicionalista» y «Muerte a los jefes estraperlistas». Cuando el jefe superior de la Policía Armada, Adolfo Aparicio, acudió a detenerla, uno de los requetés le sujetó por las solapas y le abofeteó delante de todo el mundo.
En ese ambiente de tensión desatada, los carlistas iban a celebrar el 16 de agosto, en plenas fiestas de Bilbao, una misa en la basílica de Begoña en memoría de los requetés muertos del Tercio de Begoña, una de las unidades que apoyó el levantamiento del 18 de julio y luchó contra la República.
El ‘incidente’
Los protagonistas
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El general José Enrique Varela fue uno de los principales militares de la Guerra Civil. Poseedor de dos laureadas de San Fernando, sus condecoraciones eran más importantes que las del propio Franco y, al igual que el dictador, procedía de las filas africanistas, es decir, los militares que habían luchado en el entonces Marruecos español y que habían ascendido por méritos de guerra. Varela participó en todas las conspiraciones para acabar con la República y llegó a ser uno de los principales organizadores del requeté, el brazo armado de los carlistas. Por su ascendencia entre los militares, fue nombrado ministro de la Guerra. Investigaciones posteriores han revelado que recibía sobornos del Gobierno británico para que España no interviniese en la guerra a favor de los nazis.
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Ramón Serrano Súñer (1901-2003)
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Ramón Serrano Suñer, el cuñadísimo de Franco -estaba casado con una hermana de Carmen Polo- era el dirigente del ala pro Hitler del Gobierno de Franco. Había sido abogado y un activo conspirador contra la República. Él fue quien creó la estructura filofascista del Estado que surgió de la victoria de los sublevados en la Guerra Civil. Tenía contactos con Hitler y Mussolini, así como con los principales jerarcas nazis. La División Azul fue una de sus iniciativas. A medida que los alemanes eran derrotados en la Guerra Mundial, su poder en el Gobierno franquista comenzó a oscurecerse.
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Mariano Sánchez Covisa (1919-1993)
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Sánchez Covisa será un personaje conocido en la Transición por ser uno de los fundadores de los Guerrilleros de Cristo Rey, el grupo de ultraderecha que ejerció el matonismo para intentar hacer descarrilar la llegada de la democracia. En el incidente de 1942, había llegado a Bilbao desde Irun, donde fue recogido a su llegada en tren con otros voluntarios de la División Azul que regresaban de combatir en Rusia.
Juan José Domínguez (1912-1942)
Era un falangista que en 1935 había sido defendido por el propio José Antonio Primo de Rivera por unos incidentes violentos registrados en Aznalcollar. Durante la Guerra Civil tuvo un papel extraño, ya que fue acusado de desertar pero puede ser que fuera hecho prisionero por las tropas republicanas en una especie de acción suicida que quería llevar a cabo por haber sido amonestado. Consiguió escapar y se incorporó a la quinta columna -el servicio de saboteadores golpistas que actuaba en la retaguardia republicana. Pese a que se puso en duda su equilibrio mental, los nazis le contrataron como agente secreto.
Bilbao
Los falangistas
Ante la previsión de que lo ocurrido el 25 de julio se repitiera el 16 de agosto, el delegado provincial de la Falange en Bilbao, José María Maiz, pidió refuerzos al jefe de milicias del partido, José Luna, un matón que había sido criticado incluso por un obispo. Hacia Bilbao salieron varios grupos de pistoleros desde Valladolid, León, Santander y Vitoria. Prueba de que los sucesos no serían una respuesta espontánea a la provocación de los carlistas, como después argumentarían en su defensa los falangistas imputados, es que hasta Don Juan de Borbón estaba informado de que Falange iba a enviar a gente con intención de forzar un altercado.
El martes 11 de agosto, Eduardo Berástegui, vizcaíno (de Orduña) de 24 años, antiguo delegado provincial del SEU de Vizcaya, partió de Valladolid en un coche oficial, el 565 de la Jefatura Provincial de la FET, en compañía de Hernando Calleja, guipuzcoano (de Irun), también de 24 años, secretario provincial de la FET en Valladolid, que era mutilado de guerra, reconocido como tal desde 1938. Le faltaban un ojo, un brazo y la pierna izquierda. Llegaron de madrugada y se hospedaron en Orduña y en Bilbao. Según alegarían, venían para ver las corridas de toros de las fiestas bilbaínas. El jueves 13 estuvieron por la tarde en la iglesia de Begoña. Al día siguiente salieron hacia San Sebastián con su chófer y estuvieron en Fuenterrabia e Irun.
El segundo grupo de falangistas era bastante más complejo. Salieron de Madrid en el coche oficial FET 51 el 12 de agosto para recibir a los voluntarios de la División Azul que volvía de Rusia en Irun al día siguiente y llevar a Madrid a dos de ellos, Mariano Sánchez-Covisa Carro y Virgilio Hernández Rivadulla. Jorge Hernández Bravo, 26 años, jefe nacional de Deporte del SEU, era espía al servicio de Alemania con el nombre clave de V Jorge. Luis Lorenzo Salgado, 26 años, secretario nacional de Deporte del SEU, el sindicato falangista de estudiantes, era veterano de la División Azul. Además del chófer, Roberto Valero, completaba el grupo falangista venido de Madrid otro cargo de Deportes del SEU, Juan José Domínguez Muñoz, inspector nacional de este servicio, estudiante sevillano de 26 años. También estaba al servicio de Alemania con el nombre clave de V Do, y era un agente «especialmente acreditado».
Getxo
Un sabotaje
Lo que todos los implicados mantuvieron oculta era su relación con los servicios secretos nazis en España. Dos de ellos, Luis Lorenzo Salgado y Juan José Domínguez Muñoz, trabajaban para Fritz Hummel, el responsable de sabotajes de los servicios de espionaje alemana, el Abwehr, en España. Hummel dirigía la II KO Spanien, la rama de sabotajes que entre otras misiones tenía a su cargo el intentar hundir barcos ingleses en la Bahía de Algeciras y Gibraltar.
El viaje a Bilbao de estos dos personajes tenía relación con una misión muy peculiar encargada por Hummel. La playa de Arrigunaga, en Getxo, era un lugar clave para las comunicaciones entre Inglaterra y el continente europeo a través de España, ya que de allí partía un cable submarino que llegaba hasta Cornualles, en la costa inglesa. Si este cable desaparecía, las comunicaciones inglesas serían mucho más dificultosas. Por ello, Hummel ordenó a Domínguez y Salgado que destruyesen esa infraestructura.
El problema es que ambos saboteadores recurrieron a los métodos más chapuceros para acabar con el cable. ‘Equipados’ con un bañador y armados con una sierra de marquetería se zambulleron en la zona del cable más cercana a la playa, situada a metro y medio de profundidad, e intentaron serrar los cables. Fueron incapaces de hacerlo y, tras ser conscientes de su fracaso, se fueron de fiesta a Bilbao, acabando la noche en «una casa de mala nota».
Al parecer, se les informó de que al día siguiente se iba a celebrar un acto en la Basílica de Begoña de exaltación del carlismo. Los protagonistas iban a ser los mismos que en julio habían arremetido contra el dictador.
Tras la misa
El atentado
El día 16 por la mañana los falangistas tomaron los dos coches, el 565 y el 51, y se dirigieron al santuario. Las identificaciones y el guión de mando de uno de los vehículos facilitaron que pudieran aparcar en la explanada, cerca de la parada del tranvía, a la izquierda si se mira a la fachada de la iglesia subiendo desde Mallona, y lo más cerca que pudieron del templo. Valiéndose de sus insignias y uniformes para que los policías les franquearan el paso, lograron situarse cerca de la puerta.
Así ocurrieron los hechos:
10:45
La gente se acerca a Begoña para asistir a la misa. El general José Enrique Varela entra al templo. También lo hacen los falangistas Calleja y Berástegui.
11:04
La explanada situada frente a la basílica se llena de carlistas que no logran acceder al templo. También hay falangistas fuera. Entre ellos, Dominguez y Salgado
La pelea
En un momento dado, los carlistas lanzan gritos en contra de Franco. Los falangistas Calleja y Berástegui les responden ‘Arriba España’. En ese momento comenzó una pelea entre falangistas y requetés.
La granada
Los falangistas sacaron pistolas, pero les fueron retiradas por los carlistas. En medio de la pelea, Domínguez lanzó una Eihandgranate M39, conocida como ‘granada de huevo’ contra la multitud.
Explosión
Decenas de personas resultaron heridas, algunas de ellas muy graves. El objetivo era el general Varela, pero su escolta consiguió desviar el proyectil de un manotazo. Algunos testigos aseguraron que se lanzó una segunda granada que no llegó a explotar.
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La reacción
El linchamiento
La multitud se lanzó contra los agresores con intención de lincharlos, gritando vivas a Cristo Rey, a España, el Rey Javier y a Fal Conde, líder tradicionalista. Los falangistas intentaron huir a la carrera o de refugiarse en sus coches, con los que no pudieron escapar porque les pincharon las ruedas. Según su propio testimonio, uno de ellos se plantó ante el gobernador militar, general Loriga, y le dijo «mi general, estamos siendo agredidos por gritar «Arriba España» y «Viva Franco», a lo que el mando le respondió: «Queda usted arrestado». El falangista repuso que no era militar en activo. «Pues queda usted detenido», zanjó el gobernador. El chófer de Varela encañonó y detuvo a Domínguez.
Ya por la tarde y al anochecer, los carlistas empezaron a agruparse, repartir armas y lanzarse a la calle para tomar represalias, a la caza de falangistas. Según fuentes carlistas, el propio general Varela se presentó en uno de los principales locales de reunión de los tradicionalistas y trató de calmar los ánimos, impidiendo que la cosa llegara a mayores. Hasta 20 carlistas acabarían detenidos. Los falangistas que habían logrado escapar acabaron detenidos o entregándose y trataron de denunciar a los carlistas, atribuyéndoles la culpabilidad del incidente y alegando que su presencia en Begoña era casual y habían actuado en defensa propia.
Franco, que se encontraba de vacaciones en Galicia y fue informado de lo sucedido al momento, vio que el suceso podía tener repercusiones muy serias en el régimen, por lo que días después se puso en contacto con Varela para preguntarle si se había tratado de una trifulca entre dos facciones o los falangistas habían atentado contra él personalmente. Varela así lo aseguró, aunque Franco se mostró escéptico en este extremo.
Hubo una guerra de panfletos, entre carlistas y falangistas, en la que cada bando lanzó hojas volanderas acusando al bando contrario, mientras el régimen hizo todo lo que estuvo en su mano para que esta situación no trascendiera. La prensa no se hizo eco de nada de todo esto.
Consejo de guerra
Los fusilados
El extremadamente rápido consejo de guerra contra los detenidos por los incidentes se celebró en el Regimiento de Infantería número 42, situado en el barrio de Basurto. Aunque Franco pensaba que la visión de Varela del atentado era exagerada, decidió que había que tomar medidas drásticas, pues Varela había soliviantado a buena parte de los generales, muchos de ellos monárquicos hostiles a Falange, mediante una carta en la que exponía su visión de los hechos.
Los acusados que, dados sus puestos en el Movimiento ingresaron en prisión confiados en que no les iba a pasar nada, pronto se dieron cuenta de que estaban perdidos. Intentaron defenderse argumentando que habían aparecido por Begoña por casualidad y que intervinieron al oír «gritos subversivos», contra el caudillo y contra Serrano Suñer. De nada les sirvió. El tribunal confirmó en principio cuatro penas de muerte que luego redujo a dos: para Calleja, amigo de José Antonio Girón, y para Domínguez. La embajada alemana intentó interceder por este último, pero fue inútil. Finalmente, Calleja fue indultado, por ser «caballero mutilado de guerra», pero Domínguez fue pasado por las armas en Bilbao el 1 de septiembre de 1942. Según algunas fuentes, murió cantando el ‘Cara al Sol’.
Consecuencias
La crisis política
Franco se encontraba ante la crisis política interna más seria de los comienzos de su régimen y la aprovechó para asentar su poder. Tenía que apaciguar a los militares hostiles a la Falange y a los tradicionalistas, castigando al sector falangista de su gobierno, lo que afectaba a su cuñado, su principal contacto en Berlín. Cuando supo que por parte del III Reich no había problema en que se quitara de enmedio a Serrano, Franco procedió como sería habitual en él durante toda su caudillaje: castigar al sector que hiciera falta pero, para compensar, dañando también al sector contrario, en este caso al de Varela. Serrano fue destituido, pero Varela también, después de exigir por carta al dictador que formara un «gobierno de autoridad para rectificar los errores del pasado».
Fue sustituido en septiembre por el general Asensio. Tras un par de años fuera de juego, en los que aprovechó para hacer una tímida oposición al régimen, Varela recibió el Alto Comisariado de Marruecos, cargo que desempeñó hasta su muerte en 1951. También cayó, de hecho el mismo día que Serrano, el ministro de la Gobernación, Valentín Galarza. Para aplacar a los falangistas más furibundos, se falsificó un informe que ‘demostraba’ que Domínguez había estado «al servicio de potencias extranjeras». En definitiva, el gran vencedor de esta crisis fue Franco.
La crisis alcanzó hasta el mismo municipio de Bilbao. A propuesta del alcalde, Tomás Pero-Sanz, la corporación había aprobado el 20 de agosto que constara en acta «la indignada protesta y profundo sentimiento producidos por el vandálico y cobarde atentado». En noviembre, el gobernador decidió renovar la corporación. En las noticias en la prensa del relevo de los alcaldes aparece la única pincelada que la censura dejó pasar sobre el atentado de Begoña.
En su discurso de despedida, antes de ceder el mando a Joaquín Zuazagoitia el 6 de noviembre de 1942, Pero-Sanz dijo que su gestión no había resultado «con la brillantez que todos hubiésemos deseado debido a circunstancias especiales», según recogió la prensa. Por su parte, y sin que tampoco trascendiera, la Diputación había aprobado el 20 de agosto una entrega de fondos para atender a los heridos.
Referencias
Fernández Redondo, Ignacio. »El proyecto fascista en el País Vasco, 1933-1945′, tesis doctoral, UPV/EHU, 2018.
Marquina Barrio. »El atentado de Begoña’, UNISCI Discussion Papers, Nº 36 (Octubre 2014).
Mendiola Gonzalo, Fernando. ‘Tomás Pero-Sanz Zorrilla’, en Joseba Agirreazkuenaga y Mikel Urquijo, ‘Bilbao desde sus alcaldes’ (vol.III), Bilboko Udala, Bilbao, 2008.
Merino, Ignacio. ‘Serrano Suñer. Valido a su pesar’, La Esfera de los Libros, Madrid, 2013.
Payne, Stanley G. ‘Falange. Historia del fascismo español’, Ruedo Ibérico, Madrid, 1985.
Porro Sáinz, Ildefonso José María. ‘El crimen de la Falange en Begoña’. EKA Partido Carlista, 2011.
Preston, Paul. ‘Franco. El gran manipulador’, Debate, Barcelona, 2008.
T-homás, Joan María. ‘Franquistas contra franquistas’, Debate, Barcelona, 2016.
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