La angula, un viaje de dos años y 6.000 kilómetros para acabar en una cazuela

La especie está en peligro crítico de extinción, pero se continúa comiendo y los alevines alcanzan precios astronómicos en Navidad

Angula Gulas
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Angulas en imágenes del AZTI, centro de ciencia y tecnología marina y alimentaria.AZTI

Por cada 100 angulas (alevín de la anguila) que llegaban a las costas españolas en los años ochenta del siglo pasado desde el mar de Los Sargazos (en la parte occidental del oceáno Atlántico Norte, dentro del Triángulo de las Bermudas), hoy entran nueve. En otros lugares del mar del Norte, la situación es todavía más crítica. El derrumbe de la población de anguila europea (Anguilla anguilla) es tan pronunciado que en la península Ibérica se ha extinguido más del 80% de su hábitat. Si no se toman medidas globales ―en toda Europa―y se deja de capturar, el apreciado manjar se acabará, advierten los científicos.

Con él arrastrará los beneficios de pesquerías que venden angulas a precios muy elevados, sobre todo la primera captura, que este año alcanzó los 8.135 euros por kilo hace dos semanas en la lonja de Ribadesella. Es un precio simbólico que inmediatamente baja en picado y, aunque varía mucho, se mantiene entre unos 400 y 600 euros el kilo para los alevines. La Unión Europea permite la captura de la especie tanto de cría como de adulta con limitaciones, a pesar de estar calificada en peligro crítico de extinción por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.

Las anguilas comienzan a llegar en noviembre a la península Ibérica, miden unos siete centímetros y pesan entre 0,25 y 0,35 gramos ―en un kilo pueden entrar hasta 3.500 individuos―. Han sobrevivido a un viaje casi imposible de unos 6.000 kilómetros, dejándose llevar durante un año y medio o dos por la corriente del Golfo, desde su lugar de nacimiento, el mar de los Sargazos, situado en el Atlántico norte, frente a las costas del sureste de Estados Unidos.

Tras este periplo, penetran en los estuarios de Europa y del norte de África y remontan los ríos, donde empiezan a crecer. Primero pasan la fase de anguila amarilla, la de crecimiento, hasta convertirse en anguila plateada por el color de su vientre. En latitudes bajas maduran en unos cinco o siete años, periodo que sube a 20 o 30 años en las más altas de temperaturas más frías. Es el momento de regresar al mar de los Sargazos, un trayecto que se reduce a seis meses al ser adultas. Allí se reproducen, mueren y las nuevas reclutas emprenden su largo camino.

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Anguilas en el río Ter, en Gerona.
Anguilas en el río Ter, en Gerona.LLUÍS ZAMORA
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“La especie se encuentra por debajo del umbral biológico y eso implica que cualquier evento puede causar su desaparición, así que lo que no tiene sentido es que sigamos comiendo alevines o anguilas adultas”, explica Carlos Fernández, catedrático de zoología de la Universidad de Córdoba. España es el único país donde se pescan las crías para su consumo, pero los investigadores opinan que también es muy dañino capturar a las adultas, cuando ya han alcanzado la madurez sexual y se van a reproducir.

Las anguilas se enfrentan a presas y otros obstáculos en los ríos que impiden su paso —contaminación, pesca, tráfico ilegal—, además de al cambio climático y a todas las lagunas sobre su forma de vida que dificultan su conservación. “Una de las peores lacras es el comercio negro con el mercado asiático, donde la anguila es muy apreciada. Se calcula que al año salen entre 100 y 200 toneladas ilegales de Europa”, indica el catedrático. El negocio es tal que a finales de agosto se incautaron de más de 25 toneladas de anguila, 18 de ellas en España, en una operación coordinada por la Europol en 32 países. Solo estas últimas podrían haber alcanzado un valor superior a los 20 millones de euros en el mercado negro, indica la Guardia Civil.

El Consejo Internacional para la Exploración del Mar (ICES, por sus siglas en inglés), que coordina los recursos naturales del Atlántico Norte, evalúa el estado de la población y envía sus resultados a la Comisión Europea, que realiza una propuesta a los ministros de los Estados miembros sobre la que deciden. Este año, como en otras ocasiones, ha recomendado capturas cero en todos los hábitats para 2024. La situación de la anguila es “crítica”, advierte Estibaliz Díaz, representante española en el grupo de la anguila de este organismo e investigadora en el centro de tecnología marina y alimentaria AZTI. Las conclusiones del ICES para el último informe indican que en el mar del Norte (entre Reino Unido y Noruega) llegan 0,4 angulas por cada 100 que entraban antes; en el resto de Europa, entre el Atlántico y el Mediterráneo, ese índice aumenta un poco, hasta nueve ejemplares.

“Realmente no existe una explicación para no prohibir su pesca durante unos años indemnizando a los pescadores, los científicos sabemos que se encuentra al límite, pero la visión de los políticos sobre la naturaleza es miope y cortoplacista”, responde Fernández. Ante esta situación límite, el investigador de la Estación Biológica de Doñana, Miguel Clavero, ha puesto en marcha una recogida de firmas en change.org para evitar la extinción de la anguila. También existe otra iniciativa semejante para el mundo académico.

Hay zonas donde se han tomado medidas. En 2011, la Junta de Andalucía estableció una moratoria en el Guadalquivir al alcanzar un mínimo histórico con valores de entre un 1% y un 5% de anguila con respecto a 1960-1979. Pero en el caso de esta especie, las medidas locales no producen efectos importantes, porque se trata de una población única, de forma que un ejemplar de Marruecos se puede reproducir con uno de Noruega, y lo hacen fuera de nuestras aguas.

“La zona vive de la angula”

Pablo Riesgo lleva 28 de sus 46 años pescando angula en el río Nalón (Asturias), desde tierra, de forma artesanal. Se queja de que “cada vez baja menos agua y muy contaminada” y rechaza las limitaciones impuestas, como la que ha bajado de cuatro meses a 30 días la campaña de la angula. “Lo único que hacen es quitar de pescar sin controlar las sustancias químicas que acaban en los ríos desde las explotaciones agrícolas”, mantiene.

Una moratoria en la pesca le supondría perder alrededor de 20.000 euros al año. Es mariscador y se dedica también a los percebes y al calamar, pero “a ver qué economía aguanta esa bajada”. Riesgo pertenece a la cofradía de San Juan de la Arena, en cuya lonja solo se subasta angula. La temporada pasada, de noviembre de 2022 a febrero de 2023, se obtuvieron 918 kilos que se subastaron por 425.000 euros, a una media de 463 euros el kilo. El patrón mayor de la cofradía, Marino Manuel Díaz, asegura que “cada año hay menos angula” y recuerda el impacto económico que tiene en la zona: “Todos vivimos de ello, no solo los pescadores”.

La Secretaría General de Pesca del Ministerio de Agricultura asegura ser “consciente del estado preocupante” de la anguila y plantea que, además de la pesca, el cambio climático puede estar afectando a las corrientes del Golfo y a la especie. Dentro de las medidas que están aplicando junto a las que afectan a la pesca, se incluye la traslocación de ejemplares, la lucha contra depredadores de la especie, la desconexión temporal de las turbinas de producción eléctrica, mejoras en el hábitat fluvial y eliminación de obstáculos a la migración como son los embalses, “uno de los mayores problemas en el caso de la península Ibérica”.

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SOBRE LA FIRMA

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Forma parte del equipo de Clima y Medio Ambiente y con anterioridad del suplemento Tierra. Está especializada en biodiversidad con especial preocupación por los conflictos que afectan a la naturaleza y al desarrollo sostenible. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y ha ejercido gran parte de su carrera profesional en EL PAÍS.

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