La aguja de coser salvó a los humanos en la última glaciación

Pese al calentamiento global, vivimos en una edad del hielo. En la anterior, los ‘sapiens’ se salvaron porque pudieron hacer ropa ajustada y comían carne

 

Mauricio-José Schwarz

Lunes, 1 de mayo 2023

 

Nos dicen los geólogos que hoy nuestro planeta vive una era de calidez dentro de una amplia edad del hielo, que tuvo sus momentos más fríos entre los períodos paleolítico y mesolítico temprano de la cultura humana. Nos dicen también que en un futuro, quizás en unos 50.000 años, habrá otra etapa de frío. Esta fecha puede retrasarse debido a la emisión humana de gases de invernadero, así que podría no ocurrir hasta dentro de 100.000 años o más.

Para que ocurra una glaciación no hace falta un cambio catastrófico, basta con que la superficie de nuestro planeta y su atmósfera se enfríen más de 5 °C, y los casquetes polares de hielo empezarían a avanzar como lo hicieron hace unos 115.000 años. Esto puede producirse por causas como la interrupción de alguna corriente marítima cálida al surgir una masa de tierra por el movimiento de las placas tectónicas de la Tierra o incluso por explosiones volcánicas violentísimas como las que enfriaron nuestro planeta entre los siglos XVI y XIX.

Pero incluso si un acontecimiento inesperado como tales erupciones adelantara una edad del hielo, nuestra sociedad sin duda está más preparada para sobrevivir a ella que nuestros ancestros, que consiguieron superarla con herramientas de piedra muy primitivas y una gran ignorancia sobre lo que ocurría. Aún así, salieron adelante durante 75.000 años en los que un 30% de la superficie de tierra del planeta estuvo cubierto por placas de hielo, y sentaron las bases de lo que después serían las primeras civilizaciones humanas.

 

Nuestros ancestros, salieron adelante durante 75.000 años en los que un 30% de la superficie de tierra del planeta era hielo

 

La hazaña no es despreciable, considerando que no lograron superar este período otras especies humanas, los neandertales, que son en parte ancestros de las poblaciones de origen europeo; los denisovanos y el Homo erectus. Cuando terminó la era glacial hace 25.000 años, el Homo sapiens ya era la única especie humana sobreviviente. Y aunque no sabemos exactamente cómo ocurrió esto, los paleoantropólogos han hecho algunas especulaciones basadas en los datos de los que sí disponemos.

 

El poder de las pequeñas cosas

 

Algunas herramientas en apariencia menores, como la aguja de coser, tuvieron una enorme influencia en la tarea de superar el clima helado. La aguja de hueso, gruesa y basta, se utilizó para confeccionar ropa cálida, lo que implicó primero tecnologías complejas como el curtido de las pieles de los animales que se cazaban, y que en un clima benigno habrían sido desechadas. Con esto, la ropa de nuestros ancestros era más ajustada y cálida que la de nuestros primos neandertales.

 

 

Por supuesto, la alimentación no consideraba la posibilidad de una dieta: se comía lo que se recolectaba y cazaba y se engullía lo máximo posible, pues una capa de grasa más espesa en el cuerpo es también una defensa contra el frío. De haber sido veganos, nuestros ancestros muy probablemente no habrían salido adelante.

Los glaciares al norte no cubrieron toda Eurasia o América, pero tuvieron efectos incluso en lugares donde no había hielo. Las temperaturas máximas durante miles de años rondaron los 7 °C, el nivel del mar disminuyó y las lluvias se redujeron en un 50%, con un enorme efecto en la vida vegetal de las zonas al sur de las placas heladas y, por tanto, en la disponibilidad de alimentos para los seres humanos y para los demás animales.

 

Beber y respirar al mismo tiempo

 

Muchos expertos consideran esencial que nuestra especie ya había desarrollado la capacidad de comunicarse con un lenguaje estructurado. Esto lo sugieren tanto las herramientas y otros objetos que se fabricaban, con la idea de que para enseñar a hacerlos no bastaba mostrarlo, sino que era necesario explicarlo verbalmente, además de la capacidad para la caza en grupo y el hecho de que hace al menos 300.000 años ya había adoptado su forma actual el hioides. Este hueso en forma de herradura en nuestro cuello, que no está articulado con ningún otro, es la base de nuestra capacidad de hablar y solo los neandertales lo tenían en la posición que permite hablar. A esto se añadió el descenso de la laringe que nos permite articular un lenguaje con sonidos complejos… a cambio de ponernos en riesgo de ahogarnos. Los bebés y los animales con la laringe alta pueden beber y respirar al mismo tiempo, los adultos humanos no podemos hacerlo.

El lenguaje permite hacer planes, transmitir conocimiento y trabajar con conceptos abstractos, lo que potencia todas las demás habilidades físicas y mentales además de consolidar al grupo como una sociedad de ideas compartidas. Si bien todo esto no se fosiliza y no lo podemos estudiar, resulta razonable deducirlo a partir de parte de la herencia del pasado, como el arte paleolítico que encontramos en las cuevas europeas.

 

 

Las herramientas de nuestros ancestros eran además claramente superiores en eficacia y diversidad a las de otras especies humanas que también tenían la capacidad de crearlas. Un ejemplo son las armas arrojadizas, mucho más seguras de usar en la cacería que los métodos más cercanos a la presa.

Finalmente, las proverbiales cavernas donde se refugiaban no eran tal como solemos imaginarlas, sino que los restos nos indican que instalaban pórticos de madera y pieles para protegerse del frío y el viento, disponiendo el fuego en el interior de modo que se maximizara el calor que desprendía. Más adelante, el ser humano empezó a levantar sus propias estructuras protectoras.

Estos y otros elementos permitieron a nuestros ancestros sobrevivir y estar preparados para mejores tiempos, mientras que sus parientes, las otras especies, se extinguían. Entre las muchas teorías sobre el porqué de la desaparición de unos parientes físicamente tan fuertes como los neandertales, la adaptación al frío prolongado no puede descontarse como un factor relevante. Nos forjamos así con el fuego y el hielo.

 

 

Las ‘edades’ de hielo

 

Aunque la última nos interesa especialment,e pues nuestros ancestros vivieron y sobrevivieron en ella, nuestro planeta ha experimentado al menos cinco grandes episodios glaciales, todos los cuales colaboraron a darle forma y a moldear la vida para llegar hasta donde estamos hoy.

En estas eras, las placas de hielo han tenido épocas de avance y de retroceso periódico y, de hecho, técnicamente, hoy estamos en medio de una gran era glacial, en un momento de retroceso de los glaciares. La primera glaciación, llamada ‘Huroniana’ ocurrió de 2.700 a 2.400 millones de años en el pasado, coincidiendo y quizás causada en parte por el aumento súbito del oxígeno atmosférico debido a la respiración de las cianobacterias que habían evolucionado para tener la capacidad de realizar la fotosíntesis.

Hace entre 850 y 635 millones de años se produjo la era Criogénica, seguida de una glaciación menor, la Andeana-Sahariana, hace entre 460 y 430 millones de años, la Karoo que duró de hace 360 a 289 millones de años y la actual, la cuaternaria.

 

 

 

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