La saga de los polvorones
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Empezaron juntos, siendo los primeros fabricantes de mantecados de Euskadi, pero terminaron por separado: Fidel Díez Pérez encumbró la marca Felipe II y su hermano hizo Escorial
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Las fiestas navideñas ya se acaban, pero justo durante estos últimos días he descubierto algo que ha alterado mi paradigma polvoronero. Después de haber tratado aquí en varias ocasiones el origen de los famosos mantecados Felipe II, resulta que la historia tenía una vuelta de tuerca más y encima (¡ay!) no la he destapado yo sino que me la han servido en bandeja.
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Los Felipe II han despertado este año un inusitado interés en la prensa nacional. A uno de los reportajes, publicado en el portal gastronómico ‘Directo al paladar’, respondió una bilbaína residente en Málaga. Quería contar la historia de su abuelo y, de paso, aportar unos cuantos datos sobre los inicios de la industria polvoronera vasca y de los mismísimos «felipesegundos». Como ustedes se podrán imaginar, en cuanto me enteré de todo esto removí cielo y tierra para ponerme en contacto con Elena Somoza Díez (así se llama nuestra confidente) y contrastar su información. El resultado es un relato no totalmente nuevo, pero sí más completo sobre los inicios de una de las grandes marcas ‘made in Euskadi’ y sobre una familia dulcemente emprendedora: la de la Casa de los Polvorones.
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Con ese sobrenombre se conoció, hasta su derrumbe en 1975, al edificio que actualmente ocupa el Bankinter en la plaza Pedro Eguillor número 1 de Bilbao.
Desde que se construyó en 1901 y hasta 1940 fue el 9 de Rodríguez Arias, y allí estuvo durante cinco décadas una tienda que olía a almendra y canela. Sus golosos aromas se mezclaban en el cielo bilbaíno con los que salían de otro negocio situado a apenas 400 metros, en el 36 de Hurtado de Amézaga.
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Un paseo de cinco minutos por la calle Elcano separaba (o unía, depende de cómo se mire) los destinos de dos hermanos que habían comenzado juntos su andadura profesional y que acabaron siendo competidores. El de Hurtado Amézaga se llamaba Fidel Díez Pérez (1884-1970) y fue el promotor y productor de los ahora celebérrimos mantecados Felipe II, que tras su muerte y hasta 1992 siguieron elaborando sus hijos José y Fidel Díez Herrero.
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Su hermano pequeño Domingo Díez (1888-1957) regentaba la confitería y ultramarinos de Rodríguez Arias 9, donde habían trabajado juntos hasta 1917. A uno y a otro pueden ustedes verlos en la fotografía de aquí arriba, Fidel con gorra y Domingo atrás a la izquierda, rodeados de latas de galletas y tabletas de chocolate en lo que fue la primera fábrica de mantecados de Bilbao y del País Vasco.
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Nacidos en el pueblo burgalés de Vallejimeno, ambos hermanos vinieron a Bilbao a principios del siglo XX. En un espejo publicitario que decoraba la tienda de Fidel (y cuya imagen amablemente ha compartido conmigo su nieto Fidel Díez Mesa) se especifica que era una casa fundada en 1908, fecha que concuerda perfectamente con lo que nos dicen los archivos municipales.
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En 1909 Fidel Díez solicitó permiso para instalar un horno de pastelería en la por entonces novísima barriada obrera de Iralabarri, en cuyo economato también desempeñó labores de inspección. Siendo el hermano mayor, es muy probable que Fidel fuera el fundador y dueño o socio principal del negocio y que Domingo se incorporara a él como oficial de confitería.
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En 1911 el establecimiento se traslada al 9 de Rodríguez Arias y es ahí donde adquiere fama como «la casa de los polvorones». Hasta ese momento los mantecados navideños se habían adquirido a los turroneros valencianos que cada invierno venían a las capitales vascas o en elegantes tiendas de alimentación.
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Los Díez fueron los primeros fabricantes locales y según cuenta Elena Somoza, su aitite Domingo tuvo que viajar a Sevilla para aprender los secretos de su manufactura.
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Probablemente le enseñó Juan Álvarez Fernández, confitero sevillano y verdadero creador de la marca «mantecados Escorial–Felipe II», que registró en el año 1900.
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Fue él quien en 1903 ganó la medalla de oro de la que ahora presumen los mantecados vitorianos y quien ya en 1911 cedió el uso de su marca comercial –e intuyo que también la receta– a diversos fabricantes repartidos por España.
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Aquí en el norte se hizo con ella Fidel Díez, que en 1917 se separó laboralmente de su hermano para abrir la tienda de Hurtado Amézaga. Curiosamente el censo electoral de 1919 indica que aún seguían empadronados en el mismo domicilio, pero más o menos desde esa época dividieron intereses comerciales… ¡ y marcas!
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En 1924 Domingo solicitó oficialmente el registro de la marca 54.032 (luego pasaría a ser la 81.286) bajo la expresión «fábrica de polvorones El Escorial – Domingo Díez – Bilbao», mientras que su hermano mayor siguió adelante con la de Felipe II.
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Los primeros dejaron de fabricarse en 1957 pero su nieta Elena Somoza conserva una receta manuscrita por su aitite y conforme a ella los sigue haciendo en pequeñas cantidades para amigos y familiares. Ha prometido enviarme unos pocos, así que ya les contaré cómo son. La bilbaína casa de los polvorones sigue viva en Mijas y en Gasteiz, que no es poco.
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