Ingresó en el mundo del vino por casualidad, aunque sus inicios profesionales estuvieron en el sector financiero. Con orgullo, recuerda haber sido la primera persona en vender el coche Mini en España. Fue a través del contacto con un vecino, quien gestionaba lo que luego se conocería como Vino Selección, lo que despertó su interés por la enología.
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Corrían los años setenta y su objetivo siempre fue descubrir referencias locales que no se encontraran en los lineales de los supermercados. En una época de constantes cambios, se le ocurrió la idea de montar un club de vinos, ya que requería poca inversión y tenía la peculiaridad de que Peñín, en aquel entonces, practicaba la abstinencia.
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A día de hoy, es un reconocido catador (como le gusta describirse a sí mismo), lleva cincuenta años como una de las personas con más conocimiento en el mundo del vino, ha redactado numerosos libros sobre él y pronto publicará uno sobre su biografía. Charlamos con José, en el reciente certamen de Premios Materia Prima 2024, celebrado en Gasteiz, donde recibió un homenaje por ser el autor de la Guía Peñín de los Vinos de España desde hace más de treinta años.
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¿Cuál ha sido su oficio?
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Desde siempre he sido un mal estudiante, aunque la geografía y la historia me han apasionado. Decidí estudiar mediación y dirección en cine debido a la influencia de mi hermano, Maximiliano Peñín, quien era muy conocido en la industria cinematográfica antes de fallecer en un accidente de moto. Sus amigos me recomendaron seguir esa carrera, y así lo hice. Comencé como un simple becario, sin recibir pago, moviéndome constantemente para aprender. Tuve la oportunidad de trabajar en varias películas, incluso algunas con Sara Montiel.
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¿Sigue siendo cinéfilo?
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Sí, lo soy, pero como tengo una mala memoria, no me acuerdo ni de los directores, ni de los actores.
Pero no le pasará lo mismo con los vinos… (risas). ¿Cuántos vinos ha probado?
Miles de ellos, los mejores del mundo, entre nuevos y viejos. Muchos de ellos por curiosidad.
«Los ingleses han sido grandes consumidores y conocedores del vino”
¿Alguna vez ha fusionado el cine con el mundo de la enología?
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En toda mi carrera, solo participé en tres películas como figurante técnico. Para la cuarta, ya estaba destinado a ser auxiliar de dirección, luego ayudante de dirección, y eventualmente director, siguiendo la jerarquía tradicional. Esa fue una etapa de mi vida entre 1961 y 1962. Posteriormente, decidí estudiar ingeniería de armamento y construcción.
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¿Cuándo dirigió la revista Bouquet?
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En los años ochenta. Pero antes, a finales de los setenta, me propuse recorrer toda España visitando bodegas. Comencé a probar vinos curiosos, más interesantes que buenos, porque lo insólito era lo que me llamaba la atención. Fue en esa época cuando un editor de Barcelona me propuso la idea de crear una revista de vinos. En ese momento, el interés por la gastronomía no estaba de moda y solo éramos unos pocos entusiastas en la materia. En esos años, una editorial en la que trabajaba el sociólogo Lorenzo Díaz (recientemente fallecido) me contactó. Díaz me propuso escribir un libro sobre mis experiencias en el mundo del vino, y a pesar de tener solo cinco años de experiencia y ser abstemio, acepté el reto y lo escribí. Sorprendentemente, se convirtió en un best seller, alcanzando el cuarto lugar entre los libros más leídos. Fue entonces cuando se despertó en mí el interés por la escritura.
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¿Se podría decir que el amor fue antes por la escritura que por beber vino?
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Así es, aunque yo no digo que sea un bebedor, me considero más bien un catador.
«El vino ha dejado de ser un producto de primera necesidad para convertirse en un producto ocasional”
¿Cuál ha sido la particularidad de la puntuación de la Guía Peñín?
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Se ha basado en una regla de equilibrios y en la sensibilidad sensorial para captar tanto los defectos como las virtudes de los vinos. Inicialmente, utilicé la escala académica española del cero al diez, donde el cinco era aprobado. En los años noventa, adopté la escala internacional americana de 50 a 100 puntos. María Isabel Mijares, considerada la primera mujer en ejercer la profesión y en dirigir una bodega en España, me influyó profundamente y me aconsejó evitar los tecnicismos. Ella me instó a identificar simplemente cuál era el mejor vino. Todo parecía muy sencillo. Le decía que el mejor vino era muy sabroso y agradable, pero inmediatamente después me pedía que lo definiera con más detalle. Así fue como aprendí.
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¿Cómo ha evolucionado el vino en España?
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En estos últimos cuarenta años hemos vivido los mejores años del vino en su historia milenaria, no solo en España, sino en todo el mundo. Por eso siempre digo que me siento afortunado, nunca ha habido una época tan prolífica para el vino desde Mesopotamia. Hoy en día, hay mejores vinos que nunca. Países que nunca habían consumido vino ahora lo hacen, y se ha desarrollado una crítica especializada. El vino ha dejado de ser un producto de primera necesidad para convertirse en un producto ocasional, lo cual ha generado un mayor aprecio y valor por su calidad y diversidad. Esta transformación es lo más importante.
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Pero se sigue vendiendo mal…
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Siempre cuento en broma que los Reyes Católicos expulsaron a los judíos, quienes eran los que sabían vender. Así, nos quedamos con militares, clérigos y campesinos, y los vendedores fueron expulsados. Es curioso que en puertos como Alicante, Barcelona o Valencia los mejores vendedores en los últimos seis siglos han sido extranjeros. Los vinos de Jerez, por ejemplo, los vendían principalmente ingleses e irlandeses. Siempre me cuestiono, ¿cómo puede Inglaterra crear el instituto del Master of Wine, si no tienen tanta cultura vinícola como otros países? Precisamente por eso, porque no son productores sino compradores.
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Los Masters of Wine se crearon para que los empleados de las importadoras fueran las encargadas de elegir los vinos. Era lógico que lo inventaran los comerciantes. Los ingleses han sido, a lo largo de la historia, grandes consumidores y conocedores del vino, así como del té y los destilados. Han sido ellos, los que han tenido una presencia significativa en todos los mares con sus barcos después de los romanos.
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¿Qué tiene que tener un buen vino?
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Sobre todo, equilibrio. No se trata de potencia, sino de elegancia. Aunque puedo entrar en detalles técnicos, siempre digo que cada uno debe decidir si le gusta un vino o no.
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¿Esta tendencia de vinos frescos, no tan cargados de madera, ha venido para quedarse?
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Es que nunca desapareció. En los años ochenta, los vinos que más se exportaban de España eran la sangría, en Italia, el lambrusco y mezclas de vino con refrescos, como los wine coolers que los italianos introdujeron en Estados Unidos, también eran populares. Esta tendencia hacia vinos frescos y agradables, que invitan a repetir el trago, ya existía.
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Al fin y al cabo, ¿qué es el kalimotxo o el vino con gaseosa? Es la misma reacción: un trago largo entra mucho mejor con carbónico, acidez y dulzura.
«El vino se ha convertido en un factor de inversión a mi juicio alocado”
En la actualidad, hay una crisis en la que cuesta vender las producciones de vino, los jóvenes no le consumen. ¿A qué es debido?
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A mí me ha extrañado y me ha pillado con el pie cambiado que el consumo haya descendido en todo el mundo. La verdad, no te puedo decir el motivo. Durante tiempo bajó el consumo bastante por un cambio de ciclo y porque pasó del consumo diario a la dieta mediterránea ocasional del fin de semana.
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Hace poco veía en los informativos de la Euskal Telebista que se está planteando en la Rioja Alavesa arrancar viñas por no poder producir por la cantidad que hay.
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Eso es cíclico, ya pasó en los años ochenta donde se arrancaron muchas viñas. La historia es tan larga… A finales del siglo XIX, había 65.000 hectáreas en la Rioja, lo mismo casi que hay ahora, pero antes tenía una lógica porque todo el mundo bebía vino. El vino se ha convertido en un factor de inversión a mi juicio alocado y no es de los negocios más rentables.
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Pero hay inversiones potentes en las bodegas…
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Si te dijera cuantas bodegas hay rentables en España te quedarías temblando, son bastante pocas. Hay inversiones constantes, pero es como una bola de nieve, con un retorno de la inversión bastante vago. A mi juicio se ha exagerado con la inversión, aparecen muchas bodegas cada año, sin tantos clientes para ellas, y como pasa en todas las crisis muchos cerrarán y otros se salvarán, sobre todo las que tienen un buen músculo económico.
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¿Cómo ve el futuro del vino?
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Por un lado, soy optimista, pero por otro no tanto. Las exigencias sanitarias se están priorizando sobre la agricultura, lo cual me preocupa. Espero que en Europa haya menos burocracia. Por motivos relacionados con la huella de carbono, es posible que haya cambios de logística y el vino se traslade en grandes cisternas para ser embotellado en el destino. Además, con todo el revuelo en torno a las bolsas de plástico, podríamos volver a la botella retornable, permitiendo que la gente rellene sus botellas de vino. Sin embargo, esto se implementaría de una forma más sofisticada. En cuanto a las tecnologías y la inteligencia artificial, permitirán un mayor control sobre la producción de vino, optimizando el uso de energía y reduciendo el peso de los materiales utilizados.
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