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Malas noticias. Se ha caído el castillo de naipes. La primera película coló, pero la continuación, lejos de repetir la fórmula que hipnotizó a un gran número de espectadores despistados, pincha estrepitosamente, con un cambio de tono tan audaz como fallido.
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No es la primera vez que un fenómeno taquillero no logra mantener encendida la llama en su secuela, pero en esta ocasión resulta significativo como se ha desvanecido el espejismo.
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Si ‘Joker’ ya era discutible creativamente, con su romantización de la figura del villano a base de fusilar ‘El rey de la comedia’ y otros referentes obvios, con algún patinazo ideológico, ‘Joker: Folie à Deux’ apuesta, con valentía, por cargarse todo lo anterior, pero comete un grave error: aburrir al espectador.
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138 minutos eternos que comienzan con el archienemigo de Batman encerrado en la cárcel por las fechorías que acabaron sembrando el caos en las calles de Gotham.
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Romance tóxico, números musicales de andar por casa -con un guiño a ‘Los paraguas de Chesburgo’ casi nada más empezar-, y los clichés del cine judicial conforman un batido de proteínas que busca un sabor original que nunca se encuentra.
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Es lo que tiene creer que te ha tocado la lotería porque lo vales y no porque has tenido un golpe de suerte.
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Todd Phillips quiso elevar su filmografía tras amasar fortuna con los «resacones» y no le salió mal la jugada con ‘Joker’, embriagando a un público entregado no acostumbrado a ver cierto tipo de cine alejado de lo comercial.
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Disfrazó de cine indie su versión del payaso asesino, alejándose de los tics del género de superhéroes. Parecía un filme para una audiencia adulta e inteligente, molaba el guasón antisistema, pero bajo las capas de petulancia artificial se escondía la nada, sin una respuesta adecuada en una segunda entrega cuyo ritmo perezoso duerme a las ovejas.
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No ayuda que Joaquin Phoenix repita el catálogo de muecas ni la interpretación descafeinada de Harley Quinn a cargo de Lady Gaga, poco expresiva tras el maquillaje de arlequín. ‘Joker: Folie à Deux’ empieza con ganas, con un corto de animación que remite a los geniales cartoons de la Warner:
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La pieza deja claros los problemas de identidad del protagonista, cuya supuesta enfermedad mental no está afinada, aunque todo apunta a que es un psicópata de libro, sin amigos que le lean la cartilla.
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Se divide entre dos realidades, la del personaje y la persona, un tipo con carácter capaz de arengar a las masas y un perdedor absoluto que no tiene dónde caerse muerto.
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El rol, menos inquietante de lo esperado, escasamente perverso esta vez, salvo cuando se carcajea sin sentido, es un buen ejemplo de sujeto traumatizado que no encaja en la sociedad, un inadaptado que ha sufrido bullying y se convierte en el mayor «bully» imaginable, carcomido por el resentimiento y su sed de venganza.
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En ‘Joker: Folie à Deux’ los personajes fuman mucho -aporta carisma-, hablan más de la cuenta -sin decir nada necesariamente- y cantan sin que nadie se lo pida. Los momentos musicales funcionan, pero no suponen un alarde de coreografías encomiable.
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La película, suavizada en lo político, sobrevivirá mejor on el paso del tiempo. Las buenas intenciones de esta propuesta inesperada, desmontar la farsa del filme original, no será digerida con extrañeza por sus fans, que son muchos.
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Una decisión loable que no está bien acompañada en lo cinematográfico. Lo mejor es el tramo final, por razones que es mejor obviar para no destripar el giro.
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