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Víctor de la Serna, gastrónomo, periodista y escritor, para mí el escritor de gastronomía y vinos más erudito de España, falleció en Madrid el pasado viernes 18 de octubre de 2024, a los 77 años.

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Víctor de la Serna (Foto cortesía de Estanis Núñez)
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Proviene de una familia de escritores, intelectuales y gastrónomos: era bisnieto de Concha Espina, una de las primeras escritoras españolas, e hijo de Víctor de la Serna Gutiérrez-Répide, periodista y diplomático que escribía a menudo sobre gastronomía bajo el seudónimo de Punto y Coma. Era todo eso y más.
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Creció en Ginebra y estudió en la universidad estadounidense; uno de los logros de los que estaba más orgulloso era haber sido el primer licenciado en periodismo español en la Universidad de Columbia.
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Hablaba cuatro o cinco idiomas como un nativo y se desenvolvía con soltura escribiendo o discutiendo sobre muchos temas, en televisión, radio o Internet.
 
Trabajó en algunos de los periódicos más importantes de España, en Informaciones desde 1968, incluyendo una temporada como corresponsal en Estados Unidos durante la época de Watergate, en El País en 1986 y Diario 16 en 1988.
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Sus áreas de especialización fueron principalmente las relaciones internacionales y la política, el baloncesto, la gastronomía y el vino. Escribía sobre baloncesto bajo el nombre de Vicente Salaner, que es un anagrama de su nombre real.
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Muchos aficionados al baloncesto no sabían que ambos nombres eran la misma persona. Y había un tercero. Más sobre eso más adelante.
 
En 1989 cofundó El Mundo , donde trabajó hasta su jubilación y más allá, ya que en las oficinas del periódico en Madrid sufrió el ictus que acabó con su vida.
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A finales de 1999, Internet estaba en pleno auge y el periódico decidió crear unos “portales”, como se los llamaba entonces.
 
Fue un pionero en la adopción de la tecnología y a mediados de los años 90 ya era muy conocido en Internet. Por aquella época, lo conocí en el Wine Lover’s Discussion Group, un tablón de anuncios sobre vinos de un entusiasta del vino estadounidense llamado Robin Garr.
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Creamos un grupo de amigos al que llamamos informalmente “el contingente español de WLDG”. Ese grupo fue la base para que Víctor creara elmundovino.com, el portal de vinos de Internet de El Mundo .
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Allí fue donde nos iniciamos en la cata a ciegas y en la escritura, ya que catamos 30 vinos a ciegas cada semana y publicamos cinco artículos por semana, de lunes a viernes. Hice eso durante 13 años, y los demás continuaron hasta aproximadamente la época en que llegó la COVID-19. Sigue siendo el mejor repositorio que existe de artículos sobre vinos en español.
 
A finales de siglo plantó un viñedo de Syrah en una parcela que pertenecía a su mujer Carmen, de apellido Sandoval. Nacía Finca Sandoval, la bodega de referencia de la Denominación de Origen Manchuela.
 
Nos llevaba 40 años de ventaja. Nos contó que a los 13 años visitó Romanée Conti con su padre. Debía de ser en torno a 1960, pues él nació en 1947. Su padre era muy amigo de grandes cocineros como Fernand Point y los hermanos Troisgros.
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Así que Víctor adoptó el nombre de pila de Point para escribir sobre gastronomía, Fernando Point, su tercer alter ego. Conocía todos los grandes vinos y restaurantes, platos y productos de todo el mundo.
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Echando un vistazo a la carta de vinos de La Beaugravière, uno de los mejores restaurantes del sur de Francia

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Como gran amante del vino, era súper generoso, no solo con su tiempo y erudición, sino también con los vinos de su bodega. Tuvo la suerte de conseguir muchos de los grandes caldos del mundo antes de que alcanzaran precios astronómicos, y los compartía en nuestras reuniones informales en Madrid, eventos que solíamos llamar “offlines”, celebraciones de la vida real, en contraste con las discusiones online en los tablones de anuncios de vinos.
 
Así fue como pasé de beber un Gran Reserva Rioja de 1.000 pesetas a un Chave Hermitage 1991, un La Chapelle Hermitage 1991 o un Sine Qua Non Against the Wall 1996 cuando nos conocimos en persona por primera vez en el Restaurante Viridiana de Madrid.
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Viridiana fue nuestra sede para las cenas de vino en aquellos primeros años de las reuniones de elmundovino.com & amigos. El chef de Viridiana, Abraham García, ahora tristemente jubilado, era uno de sus mejores amigos, y Víctor fue uno de los primeros clientes que lo visitaron después de que abriera Viridiana en 1978.
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García confesó que siempre se ponía nervioso (“mariposas en el estómago”) cada vez que Víctor comía en su restaurante. Imponía respeto incluso entre amigos y compañeros.
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En Restaurante Viridiana con el chef Abraham García

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Victor tenía experiencia académica y como tal era miembro de la Academia Española de Gastronomía en España y de la Académie Internationale du Vin en Suiza.
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Comía mucho y le gustaban los coches italianos, que conducía muy rápido; nunca tenía tiempo que perder. También le encantaba el blues y el rock. No tenía mucha paciencia y a menudo parecía gruñón y era famoso por sus discusiones en Internet. Era serio pero amable y con un sutil sentido del humor.
 
Los premios no le impresionaron, pero recibió tres premios de gastronomía española y muchos otros, incluido un André Simon Book Award, que le fue otorgado en Londres en 2011 por el libro The Finest Wines of Rioja and Northwest Spain , que escribió junto a mí y Jesús Barquín, del proyecto Sherry Equipo Navazos.
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Pero lo que más le enorgullecía era ser el decano de la crítica gastronómica en España, habiendo escrito una columna semanal ininterrumpida sobre restaurantes durante más de 40 años.
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Degustación con el difunto Marcel Juge en Cornas

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Era un tipo hiperactivo; recuerdo haberlo visto en su oficina, en el periódico, escribiendo en el teclado del ordenador, hablando por teléfono (el fijo con cable, sujetando el auricular entre la cabeza y el hombro), leyendo una pantalla de Reuters y viendo un partido de la NBA en la televisión, ¡todo al mismo tiempo!
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Era un perfeccionista, no muy bueno delegando, así que hacía la mayoría de las cosas él mismo. Aprendió a hacer todo. Era una persona amable, cercano a sus amigos, muy culto y respetuoso, pero con opiniones muy firmes sobre la mayoría de los temas de la vida.
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Enseñó e inspiró a muchos en su profesión y en sus pasiones. Tiene muchos discípulos, entre los que me enorgullezco de contarme.
 
No estaría donde estoy ni sería quien soy hoy sin Víctor de la Serna. Comimos y bebimos juntos por buena parte de Europa, España, Portugal, Francia, especialmente el norte del Ródano, donde tuvimos visitas inolvidables con gente como Gérard Chave, Jamet y Marcel Juge. Víctor fue una de las personas que habló de mí con Robert Parker y una de las razones por las que me contrataron para trabajar en Robert Parker Wine Advocate en 2013.
 
Es muy difícil escribir la esquela de un amigo. Fue mi héroe y luego mi maestro, mentor y amigo, con quien bebí los mejores vinos del mundo. Admiré su trabajo y aprendí mucho de lo que sé sobre el vino (y muchas otras cosas de la vida) de él.
 
Víctor, te vamos a extrañar terriblemente.

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Ha fallecido Víctor de la Serna

21 October 2024

En la mañana del viernes 18 de octubre de 2024 falleció Víctor de la Serna.

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Para identificar a Víctor de la Serna (1947), es necesario incluir el segundo apellido: Arenillas.

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De la Serna es un apellido sonoro de gran responsabilidad porque identifica a varios personajes relacionados con el periodismo, la gastronomía, la diplomacia y la literatura.

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La saga arranca con su bisabuelo Ramón de la Serna en el siglo XIX, que se casó con la escritora Concha Espina. Es más, el ayuntamiento de Madrid dedicó dos calles a sus bisabuelos Concha Espina y Víctor de la Serna y curiosamente cerca una de otra.

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Soy poco dado al amiguismo que impone la condición mediterránea, valorando más lo personal antes que lo profesional. De Víctor me gustaba su talante de periodista muy anglosajón, crítico ecléctico, que en este país no muchos se atreven a practicar.

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En los primeros números de Sibaritas, le llamé para participar en mesas de cata y, a partir de 1995, le pedí que firmara una columna de opinión permanente bajo el título Sin Fronteras por sus mayores conocimientos de lo que se cuece fuera. En algunos escritos se metía con la gestión de las instituciones del vino, y algunas simplezas sociológicas del consumo.

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No pocas veces tuve que amortiguar quejas infundadas de bodegas en pos de la libertad de opinión de cada colaborador. A principios de este siglo, le pedí que dirigiera La Gaceta del vino, un boletín para el sector del vino que recogía las referencias al vino español en diferentes publicaciones mundiales, que duró un suspiro.

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En 2008 le fiché como coordinador internacional en el Congreso de autores del vino en Ronda por su dominio del inglés (con acento americano) y del francés con ese tono nasal tan difícil para un ibérico que le acredita su dominio del idioma de Voltaire.

Antes de mi primer encuentro con Víctor conocí a sus padres Víctor de la Serna Gutiérrez-Répide y, más tarde, a su madre Nines Arenillas, ambos ya fallecidos.

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Foto reciente de Víctor de la Serna
Foto reciente de Víctor de la Serna
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Nines era un torrente de la palabra, locuaz, con mucho genio y temida por muchos. Algo de eso encontré también en Víctor, más cerca del talante de su madre que de su padre.

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Sus rotundidades categóricas, su egocentrismo y desaires ante quien no tenía el rigor en sus palabras, era algo que conocíamos todos y más de uno temía. Aún recuerdo cierta disputa con él en un almuerzo de prensa, un compañero de mesa me daba un codazo diciéndome que no me enfrentara con él por sus desplantes memorables. Le respondí que prefiero una discusión con una persona cultivada porque, si venzo, refuerzo mi ego y, si es al contrario, al menos aprendo.

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Incómodo para muchos del sector institucional del vino, solo se relajaba con su hermético grupo de amigos y a los que era muy fiel. Le gustaba juntarse con correligionarios más jóvenes y poco dado a tirar del pasado como nos ocurre a los mayores. Muy documentadísimo en sus otras aficiones como el jazz y blues, le situaba al mismo nivel de conocimiento que el vino y la cocina. Para mí fue un personaje fascinante por su actitud erudita y, a la vez, provocadora. Un personaje que eludía los homenajes, eventos y lisonjas.

Periodista ante todo 

Foto de Víctor de la Serna sentado en su despacho
Foto de Víctor de la Serna sentado en su despacho
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Por encima de su debilidad por la gastronomía, ante todo fue un periodista. Me confesó que, a los dieciséis años de edad, después de vivir en Ginebra, se fue a vivir a Washington porque su padre era consejero de prensa de la embajada española. Fue el primer español que se graduó en la rama del periodismo en la universidad de Columbia. En 1975 le nombraron redactor-jefe del periódico Informaciones bajo la dirección de su tío Jesús de la Serna y en sus páginas comienza a escribir sobre gastronomía sin perder su condición de periodista todo terreno y por su sapiencia como documentalista. En el ’81 entra en El País y más tarde en Diario 16 para acabar recalando en El Mundo como uno de sus fundadores y como responsable de relaciones internacionales.

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Una de las especializaciones más notorias fue la de crítico deportivo de baloncesto hasta el punto que el entrenador del Real MadridMiguel Muñoz, le ficha como estadístico, ya que su padre era muy amigo de Raimundo Saporta desde los años sesenta, cuando Víctor tenía quince años. En esa huida del apellido famoso que podía condicionarles, utilizó los heterónimos desde su padre con el seudónimo Punto y Coma y Víctor con el de Fernando Point, e incluso el de Vicente Salaner en el periodo Informaciones. También continuó con este sobrenombre como corresponsal en Nueva York de El País y que hasta hoy utilizaba en El Mundo en su relación con el baloncesto. En los últimos años firmaba con su nombre como columnista político en este periódico con el título “zapeando” como en el género costumbrista con “Un indiano en Chamberí”, barrio donde él vivía y las crónicas veraniegas y viajeras con el nombre de “Gastronómada”.

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En los noventaDe la Serna fue muy crítico con la Ribera del Duero por la triste moda de los vinos concentrados y como él llamaba «sopa de roble» que abanderaron los vinos de esta zona vitivinícola. Su web mundovino.com que fundó en el año 2000, fue el hito más relevante de su oficio enológico. Sus contenidos eran profundos, tanto educativos como de información general del sector.

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Una herramienta que utilizábamos en el sector minoritario de profesionales y entendidos, pero que integrado en un diario generalista acabó cerrándose años más tarde. La escasa cultura del vino que empapa este país hizo de las suyas.

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Foto de la columna de Víctor de la Serna en Sibaritas en 1993 adjunto con una foto encabezando de Víctor de la Serna
Foto de la columna de Víctor de la Serna en Sibaritas en 1993 adjunto con una foto encabezando de Víctor de la Serna
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Tras su jubilación de El Mundo, decidió hacerse bodeguero en 1998 con unas tierras de la familia de su mujer en Manchuela. Allí me llevó un día a bordo de su Lancia con el velocímetro al rojo vivo. Como buen conocedor y catador, se agenció un buen enólogo: Rafael Orozco. Cerró el circulo enológico con inteligencia, pero no incluyó el factor más importante, que era el comercial.

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Es raro que una persona que lleva en la sangre su condición periodística sea capaz de este empeño. Sus ventas no estaban a la altura de la gran calidad de los vinos y, en los últimos años, vendió la bodega.

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Los vinos han sido y siguen siendo excelentes con los actuales propietarios, todos ellos muy identificados con el paisaje.

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Le observaba cómo discurría en algunos salones del género que organizábamos en Nueva York en los que, con la fluidez de su inglés, hablaba con pasión de vinos, pero algo menos de los suyos.

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Víctor fue la esencia más pura y crítica del periodismo del vino y reconocido en este ámbito a nivel internacional. 

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Descanse en paz.

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