La goleada del Athletic a la tripulación de un acorazado nazi
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Partido de fútbol contra el equipo del Club Athletico de Bilbao (sic). El equipo del Spee perdió 9-3«. Esto fue todo lo que escribió Hans Langsdorff, capitán del crucero acorazado Admiral Graf Spee, del duelo que enfrentó a la tripulación de la nave de la Marina nazi ante el Athletic el 17 de septiembre de 1938 en San Mamés en el informe que envió a sus superiores sobre su visita de cinco días a Bilbao.
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Catorce meses después hundió el buque en el Río de la Plata y dos días después se suicidó de un disparo en la cabeza en un hotel de Buenos Aires tumbado encima de una bandera de combate y vestido con su uniforme de gala.
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El Athletic ha tenido rivales de todo pelaje. Quizá los más singulares sean los tripulantes de barcos de guerra a los que se ha enfrentado, el Acorazado Deutschland (1909), el Admiral Graf Spee (1938) y el portaviones británico HMS Ocean (1957).
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De todos ellos, el más impactante es el Admiral Graf Spee porque es una nave con un lugar en la historia por ser protagonista de la primera batalla naval de la II Guerra Mundial y por el trágico final de su capitán.
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El partido ya era conocido, pero apenas se sabía de él poco más que la alineación del equipo rojiblanco y un par de crónicas de La Gaceta del Norte y del Hierro. Saber más se convirtió en un reto para el escritor y traductor alemán Dirk Segbers (44 años, afincado en Miranda de Ebro), un devoto seguidor del Athletic.
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«Lo vi en la historia del club y me llamó la atención. ¿Cómo fue esa visita a Bilbao? ¿Quiénes jugaron por parte de los alemanes?».
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Investigó en el archivo militar germano y contactó con descendientes de la tripulación. Segbers incluye el resultado de sus pesquisas en uno de los 39 capítulos del brillante libro «Nuestro Athletic por el mundo» que ha salido recientemente a la venta, una obra imprescindible para conocer la proyección mundial del club.
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El Admiral Graf Spee fue botado en 1934. Era un crucero pesado, pero los británicos apodaron «acorazados de bolsillo» a los buques de esa clase porque oficialmente se atenían al máximo de las 10.000 toneladas que imponía el Tratado de Versalles a los navíos de la Marina alemana.
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En la Guerra Civil fue enviado por Hitler al Cantábrico para proteger a los mercantes alemanes que traían suministros a las tropas de Franco.
Recibidos por todo lo alto
Esto explica su presencia en la Bilbao ocupada por los sublevados en septiembre de 1938 y que fueran recibidos por todo lo alto, tal como se aprecia en la foto que acompaña esta información.
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Segbers ha tenido acceso al informe que el capitán redactó para sus superiores sobre su visita del 15 al 20 de septiembre. En el mismo se indica que «fue organizada por la embajada» alemana para «mostrar en público que la España nacional está alienada con Alemania en un frente común».
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En el informe, el capitán mantiene haber «obtenido la impresión general de que en Bilbao aproximadamente el 30% de la población es de orientación marxista y otro 30% es separatista (vasco)». Añade además que los «círculos eclesiásticos rechazan internamente a la Alemania nacionalsocialista», en contraste con «los círculos gubernamentales y Falange, con una actitud favorable a Alemania».
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Los anfitriones organizaron excursiones a los alemanes al cinturón de hierro (la fortificación con la que el Gobierno vasco pretendía evitar el avance de los sublevados) y a las bombardeadas Durango y Gernika. «Las ruinas se han convertido en atracciones turísticas y se muestran como testimonio del impacto de las bombas aéreas alemanas».
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De cara a evitar que se reproche a los nazis la masacre, zanja el asunto con un «tenemos un especial interés en acelerar los trabajos de limpieza y reconstrucción que se han iniciado, especialmente en Guernica y Durango».
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«En el barco tenían un equipo que jugaba amistosos bastante a menudo en los puertos en los que atracaban. Era algo típico. Es probable que impusieran jugarlo al Athletic, que se reconstruye tras la guerra», mantiene Segbers.
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El Athletic pareció tomarse el partido como un trámite en el que las cuestiones diplomáticas parecían prevalecer sobre las deportivas. De hecho, se buscó una imagen de camaradería al hacer posar juntos a los dos equipos. «El partido no fue siquiera entrenamiento», sentenció La Gaceta del Norte.
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El diario Hierro se detuvo en analizar el optimismo que generó el duelo. El Athletic «parecía en algunos momentos el equipo de los días grandes».
«Levantar el pie»
Los rojiblancos llegaron 6-1 al descanso tras una abrumadora superioridad. En la segunda parte la contienda se igualó. «Igual alguien pidió levantar el pie», especula Segbers.
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En la web del Athletic aparece la alineación rojiblanca. El entrenador, Perico Birichinaga, alineó un once en el que, entre otros estaban, el portero Echevarría, el centrocampista Bertol y los delanteros Gorostiza, Panizo y Gainza.
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Del once de los alemanes no se sabe nada. Segbers ha rebuscado en todos los sitios, pero no ha sido capaz de dar con él. Eso sí, se lanza a colocar sobre la mesa los nombres de los posibles rivales del Athletic. «Era habitual que los marineros de los barcos jugaran partidos en los puertos en los que hacían escala. Y el Spee jugó en varios. Incluso cuando estaban presos en Argentina tras el hundimiento de la nave pidieron y les concedieron jugar».
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En aquel equipo se alineaban Erich Staron (internacional por la selección de su región, entonces alemana, hoy polaca), Heinz Templin (Flensburgo, entonces en la máxima categoría germana) y Heinruch Theelen (luego jugó en el Unión Santa Fe de la Segunda argentina). «Supongo que contra Athletic jugarían estos porque pondrían a los buenos», zanja Segbers.
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Casi un año después de su partido en San Mamés, Alemania invadió Polonia el 1 de septiembre de 1939, lo que dio inicio a la II Guerra Mundial.
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Se acabaron las patrullas del Spee por el Cantábrico. El Spee fue enviado al Atlántico Sur ese mismo mes de septiembre. Su misión era hundir naves francesas y británicas, los dos países que habían declarado la guerra a Alemania. Envió a pique a nueve embarcaciones.
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Las armadas aliadas mandaron una gran flota en su búsqueda. Lo localizaron junto al Río de la Plata y allí protagonizó con tres cruceros británicos la primera batalla naval de la II Guerra. El Spee, con una tripulación de 1.000 marineros, sufrió la muerte de 38 e importantes daños. Langsdorff decidió atracar en Montevideo para realizar reparaciones. Según la Convención de La Haya, la nave sólo podía permanecer 72 horas en un puerto neutral. Los servicios secretos aliados les engañaron y les hicieron creer que le impedirían salir. El capitán puso a salvo a su tripulación, salió a aguas profundas y hundió la nave. Dos días después se suicidó.
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A los supervivientes, entre ellos los que habían jugado en San Mamés, no les fue mal. Pasaron la guerra en una condiciones de cautividad amable en Argentina y los que quisieron pudieron volver a Alemania en 1947.
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