El estallido se sintió en España y elevó el nivel del Mediterráneo. Un estudio ha permitido calcular su enorme potencia
El 15 de enero del año pasado, las miradas del mundo se dirigieron hacia Tonga, en la Polinesia. Aquel día el volcán submarino Hunga Tonga-Hunga Ha’apai, que había entrado en erupción unas semanas antes, provocó una explosión de una magnitud que no se registraba desde hacía más de un siglo. Los efectos se dejaron sentir incluso en España, a 17.000 kilómetros, donde el nivel del mar Mediterráneo osciló hasta veinte centímetros y se registraron cambios en la presión atmosférica. El mega-tsunami generado a continuación recorrió todo el planeta y provocó olas de hasta 45 metros alrededor de esta región de Oceanía.
El último estudio científico sobre aquella explosión ha permitido cuantificar su potencia. Alcanzó los 15 megatones, muy similar a la bomba más potente detonada por los Estados Unidos y casi mil veces más poderosa que la arrojada sobre Hiroshima en 1945, según desvela un trabajo publicado en ‘Science Advance’.
Conformada por 170 pequeñas islas, el reino de Tonga se encuentra a 5.000 kilómetros al este de Australia, en pleno Pacífico Sur. Bajo el fondo marino chocan las placas indoaustraliana y la del Pacífico, lo que dio lugar al conocido como ‘Anillo de fuego del Pacífico’, una franja de 40.000 kilómetros que concentra el mayor número de volcanes submarinos del mundo. Allí se producen el 90% de los terremotos y buena parte de las explosiones volcánicas más potentes. Las erupciones submarinas se producen por fisuras en la superficie terrestre que se encuentra bajo el nivel del mar pero suelen pasar inadvertidas, ya que la elevada presión del agua detiene las proyecciones y disuelve los gases, por lo que los signos de erupción no suelen ser visibles en la superficie del agua. Pero la provocada por el Hunga Tonga-Hunga Ha’apai hizo estallar 9,5 kilómetros de roca, excavó 700 metros de roca en el cráter central y generó un penacho de cenizas de 56 kilómetros de altura, el más alto registrado hasta el momento. Su estruendo llegó a Alaska, a 10.000 kilómetros y las imágenes de satélite descubrieron, incluso, que destruyó un islote que el propio volcán submarino había creado siete años antes. Estos datos ya la convirtieron en la mayor explosión natural registrada en el último siglo, por delante de la del Monte Pinatubo, en Filipinas, en 1991.
El recuerdo del Krakatau
En su análisis, los autores de esta investigación, pertenecientes a la Universidad de Miami y la Fundación Khaled bin Sultan, utilizaron una combinación de imágenes satelitales del antes y el después del estallido y otros datos para producir una simulación del mega-tsunami. El resultado fue comparable a la erupción del Krakatau en 1883, que mató a 36.000 personas en el suroeste de Indonesia.
Afortunadamente, las consecuencias de lo ocurrido hace poco más de un año fueron muy diferentes. «A pesar de su tamaño y larga duración, el mega-tsumani se cobró pocas vidas», explica uno de los científicos que ha participado en el estudio. «Sugerimos que los principales factores que llevaron a esto son la peculiaridad de la ubicación, la pandemia, el aumento de los simulacros de evaluación y los esfuerzos de concienciación realizados en Tonga en los años previos a la erupción. Pero otros volcanes submarinos poseen la capacidad de generar un futuro tsunami a la misma escala», advierten.
La explosión nuclear más potente hasta la fecha fue la de 1961, cuando la Unión Soviética detonó la ‘Bomba Zar’, que alcanzó una potencia de 50 megatones y provocó un terremoto de magnitud 5 y un hongo nuclear de más de 60 kilómetros de altura y un diámetro de 90. El artefacto más poderoso probado por Estados Unidos, ‘The Shrimp’ (‘El Camarón’), dentro de las pruebas de ‘Castle Bravo’, estalló en 1954 en el Pacífico Sur. Alcanzó, por error, los 15 megatones, como el volcán de Hunga Tonga-Hunga Ha’apai. La nube se elevó hasta los 40 kilómetros.