MOMENTOS ESTELARES DE LA HUMANIDAD

Atapuerca: 30 años del hallazgo que cambió la historia de la evolución

El 8 de julio de 1994, un equipo español encontró en Atapuerca (Burgos) un fósil que descubría una nueva especie de homínido: ‘homo antecessor’.

Es uno de los muchos hitos logrados por un yacimiento que colecciona momentos estelares. Sus tres codirectores —José María Bermúdez de Castro, Eudald Carbonell y Juan Luis Arsuaga— nos cuentan las dificultades y los éxitos de estos años, y aventuran el inquietante futuro de nuestra especie.

Amaneció un día luminoso, limpio de nubes. El equipo –con mayoría de entusiastas estudiantes enrolados para las excavaciones de verano– estaba de muy buen ánimo. El trabajo marchaba bien. Resonaban los golpeteos de los martillos sobre los cinceles, se percibía el runrún de las conversaciones y el piar de los pájaros. Y de pronto, un grito.

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Eudald Carbonell acudió corriendo a la parte alta de la Gran Dolina, una antigua cueva, donde un par de estudiantes hacían señas con urgente insistencia. Trepó por los andamios y, al llegar, le enseñaron unas piezas dentales. Se percató enseguida de que eran especiales. Llamó a José María Bermúdez de Castro, paleoantropólogo especialista en morfología dental.

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Los científicos que lideran la investigación. Juan Luis Arsuaga, Eudald Carbonell y José María Bermúdez de Castro en Atapuerca junto a una recreación del Homo antecessor que habitó allí hace 850.000 años. Llegaron a trabajar al yacimiento con menos de 30 años y lo codirigen desde 1991. No ha sido fácil, coinciden los tres. «Han prevalecido –explica Carbonell– la ciencia y la amistad por encima de todo».
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Aurora Martín, la estudiante que las había encontrado, se las mostró. Cuenta Eudald que le «temblaban la voz y las manos». Bermúdez de Castro las examinó: «¡Son humanas!», gritó. Se abrazaron, incluso se tiraron al suelo…

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«Fue un instante mágico, único, muy difícil de olvidar. Una especie de locura maravillosa se apoderó de todos nosotros», cuenta el arqueólogo Eudald Carbonell.

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Ese hallazgo, que tuvo lugar el 8 de julio de 1994, hace ahora treinta años, es uno de los hitos logrados en los yacimientos de la sierra de Atapuerca, en Burgos. Aquella pieza ha cambiado la historia de la evolución humana porque se ha comprobado que pertenecía a una nueva especie de homínido, descubierta por el equipo de Atapuerca, bautizada por él como Homo antecessor, y que apunta a que nuestro continente fue colonizado al menos 300.000 años antes de lo que se pensaba hasta entonces.

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En los yacimientos de Atapuerca se han vivido otros momentos de locura maravillosos. Solo dos años antes de ese hallazgo excepcional, en 1992, descubrieron tres cráneos; entre ellos, uno al que llamaron Miguelón, que es el más completo del Pleistoceno medio encontrado en toda Eurasia.

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El día del descubrimiento. Fotografía tomada el 8 de julio de 1994. El equipo que trabajaba en Atapuerca posa al pie de la Gran Dolina poco después del hallazgo de las piezas que corresponden a la nueva especie Homo antecessor.
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Se repasa la historia de este yacimiento burgalés y se suceden los momentos ‘eureka’. Por eso es «de los yacimientos más importantes de Europa y Asia, comparable a los grandes yacimientos de África, la cuna de la humanidad», según Bermúdez de Castro. Solo en la Sima de los Huesos, uno de los once yacimientos que conforman el complejo de Atapuerca, han encontrado 7000 fósiles humanos con una antigüedad de 430.000 años.

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En los últimos 46 años (estos días acaban de comenzar la excavaciones estivales número 47) en el yacimiento se han vivido precariedades, dificultades, alegrías, muchas jornadas de calor y polvo, decepciones, sorpresas, trifulcas con algunos políticos (que también las ha habido), celebraciones (el equipo investigador mereció el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica en 1997), reconocimiento internacional (Atapuerca ha sido portada de las publicaciones más prestigiosas del mundo; entre ellas, Nature y Science) y divulgación: se han escrito 1140 tesis y más de cien libros sobre lo encontrado allí.

LOS GRANDES HALLAZGOS QUE HAN HECHO PREHISTORIA (I)

1978

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Se inician las excavaciones sistemáticas en la sierra de Atapuerca, dirigidas por el profesor Emiliano Aguirre.

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1992

 

Comportamiento mortuorio. Hallan en la Sima de los Huesos cráneos humanos con una antigüedad de 430.000 años.

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1994

 

Una pelvis completa. Además de ser el año del descubrimiento del Homo antecessor, se encuentra una pelvis completa preneandertal del Pleistoceno medio.

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1998

 

Pensamiento simbólico. El bifaz ‘Excalibur’ se encontró en la Sima de los Huesos y pudo ser arrojado con la intención de honrar a los muertos.

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Es una mina sin fin Atapuerca: nutre al Museo de la Evolución Humana de Burgos, que cumple ahora 14 años y contiene «varios millones de fósiles de microfauna y restos de grandes mamíferos. Y eso es el uno por cien mil de lo que hay en Atapuerca», explica Eudald Carbonell.

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Trabajan ahora en las excavaciones 300 personas de 25 nacionalidades. Estudian campos tan diversos como análisis de fitolitos, arqueobotánica, filogenia, paleopatología, zooarqueología… Analizan también información genética, el ADN mitocondrial o el proteoma (las proteínas del genoma) de las piezas encontradas. Este 2024 es especial, además, porque en Atapuerca comienza una nueva etapa: José María Bermúdez de Castro y Eudald Carbonell, de 72 y 71 años, respectivamente, se han jubilado de sus cargos administrativos. Seguirán vinculados a la paleontología y a la Fundación Atapuerca (que cumple un cuarto de siglo). El paleoantropólogo Juan Luis Arsuaga, de 69, seguirá: «Yo no me jubilo. Yo, como Bruce Springsteen, sigo tocando. Los científicos y los creadores no se jubilan jamás», afirma.

«En tres millones de años las temperaturas bajaron de 17 a 12 grados, son cinco grados, que es mucho. Ahora suben un par de grados ¡en cuestión de décadas! Es una barbaridad»

JOSÉ MARÍA BERMÚDEZ DE CASTRO
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Desde 1991, los tres codirigen Atapuerca. ¿Cómo han manejado tantos años de triunvirato? «Con dificultad», reconoce Bermúdez de Castro. «Somos diferentes y complementarios. Si hubiéramos sido iguales, la cosa no hubiera funcionado», añade. «Trabajando por separado», explica Arsuaga. «Por encima de todo han estado la ciencia y la amistad», afirma Eudald Carbonell.

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Llegaron a Atapuerca antes de cumplir los 30 años. Dormían –hacinados y en camastros– en una casa que se usaba para guardar aperos del pueblo de Ibeas de Juarros, a tres kilómetros del yacimiento. No había armarios; las bombillas eran de 20 vatios; las duchas las cronometraban: tocaban a tres minutos por barba, porque se acababa el butano. «Lo mejor eran las comidas, en un restaurante de carretera muy frecuentado por camioneros. Yo me comía dos platos de alubias, un filete y dos flanes caseros», cuenta Bermúdez de Castro.

Los cambios y la tecnología se aceleran

Los reunió allí Emiliano Aguirre –precursor de la paleontología española– cuando no se podía ni imaginar que Atapuerca se convertiría en uno de los epicentros de la paleontología mundial y en un pivote central en sus vidas. Eudald Carbonell, por ejemplo, vive ahora en Burgos. José María Bermúdez de Castro tiene un hijo burgalés, de 11 años. «Atapuerca a mí me ha cambiado la vida al cien por cien», confiesa. De niño soñaba con cierta aventura y allí encontró «una aventura maravillosa porque la cantidad de hallazgos dan para más de una vida».

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Los ‘señores de Atapuerca’ son muy diferentes también en sus conclusiones respecto al futuro. Eudald y José María alertan sobre la rapidez con la que ahora se dan los cambios y en cómo va a afectar eso a la evolución humana. Mientras que el fuego tardó medio millón de años en socializarse, el móvil lo ha hecho en 30 años. ¿Va a interferir la tecnología en la evolución del hombre? Eudald es quien hace el vaticinio más drástico: «El lenguaje y las herramientas hicieron al hombre, y ahora la inteligencia artificial y la tecnología nos harán transhumanos», dice.

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Y eso sucederá pronto, dentro de 20 años: «La inteligencia artificial y la tecnología nos permitirán hacer una evolución biosocial increíble», asegura. También nos modificaremos genéticamente para eludir la enfermedad: «La diversidad será artificial en vez de natural. La realidad que viene es biotecnosocial», concluye Eudald Carbonell.

LOS GRANDES HALLAZGOS QUE HAN HECHO PREHISTORIA (II)

2007

 

Antigüedad. Encuentran fósiles humanos en el yacimiento de la Sima del Elefante, cuya antigüedad se estima en 1.200.000 años.

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2010

 

Población diversa. Hallan el cuerpo de una joven noble de la Edad de Bronce en el yacimiento de la cueva del Mirador.

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2016

 

Neandertales. Se localiza un parietal humano de neandertal en el yacimiento de la cueva Fantasma.

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2022

 

El primer europeo. En la Sima del Elefante se descubre la cara del primer europeo, apodado Pink, con una antigüedad que podría alcanzar hasta 1.400.000 años.

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A José María Bermúdez de Castro, sin embargo, le parece que lo más determinante es el cambio climático.

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El hombre prehistórico lo padeció, pero las glaciaciones, por ejemplo, llegaron tras un proceso lento: «En tres millones de años las temperaturas bajaron de 17 a 12 grados, son cinco grados, que es mucho. Ahora suben un par de grados ¡en cuestión de décadas! Es una barbaridad. Las especies necesitan tiempo para adaptarse. Si el cambio climático sucede en 6000 años, tendríamos capacidad tecnológica para hacerle frente, pero si es una cuestión de decenios no tendremos esa capacidad», advierte.

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Está preocupado: «Ya hay hambrunas, sequías y va a haber grandísimas crisis a nivel planetario. Según lo que cuentan los científicos del cambio climático, dentro de 25 años puede llegar un momento importante», alerta. Cree, no obstante, que «nos daremos el tortazo, pero saldremos adelante».

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De una opinión muy distinta es Juan Luis Arsuaga: «El cambio climático puede producir conflictos por recursos como el agua entre naciones que tienen la bomba atómica», explica. Así que «el cambio climático no matará a nadie, nos vamos a matar nosotros. El principal problema para la extinción de la humanidad es el arsenal nuclear. Para la humanidad, el mayor peligro es la humanidad», dice.

«La gente no quiere ponerse chips, quiere ponerse pelo. Y no nos matará el cambio climático, nos mataremos nosotros. Para la humanidad, el mayor peligro es la humanidad»

JUAN LUIS ARSUAGA
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Y respecto al inminente transhumanismo que predice Eudald Carbonell, Arsuaga lo ve poco probable: «La gente no quiere ponerse chips, quiere ponerse pelo. No quiere ser transhumano, quiere ser joven. En vez de chips o cables preferimos unos abdominales potentes y una buena melena. No queremos ser robots, queremos ser humanos y jóvenes con una buena dentadura y una cadera que funcione bien», dice.

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¿Y cómo evolucionaremos? «En los últimos años ha habido cambios, pero menores. América y Europa se están separando. Pero es a un ritmo tan lento que a lo mejor en 10.000 años la distancia será de un palmo. Los cambios serán imperceptibles a corto plazo, salvo que decidamos modificarnos genéticamente. Pero eso es ingeniería genética, no es evolución», cuenta.

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Son distintos, en efecto, los codirectores de Atapuerca. Comparten, sin embargo, oscuros presagios. Los tres predicen muchos muertos en el futuro. El más catastrofista es Eudald Carbonell: «La Revolución Industrial supuso dos guerras mundiales, costó 300 millones de muertos. La revolución científico-tecnológica que estamos viviendo costará 2000 millones de muertos. Tendremos que adaptarnos», explica.

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Comparten también, claro, el entusiasmo por Atapuerca, un tesoro increíble que parece inagotable. «Este año se encontrarán restos de Homo antecessor y dentro de ocho años habrá a lo mejor 400 fósiles más de él», dice Bermúdez de Castro. Porque, de momento, se han encontrado posibles huellas del Homo antecessor en Norfolk (Inglaterra), pero restos de esta especie de la filogenia humana solo se han hallado en Atapuerca.

«La Revolución Industrial supuso dos guerras mundiales, costó 300 millones de muertos. La revolución científico-tecnológica que estamos viviendo costará 2000 millones de muertos»

EUDALD CARBONELL
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Son muchas las circunstancias que han confluido para convertirlo en un yacimiento crucial para la historia (es Patrimonio de la Humanidad desde el año 2000): es un cruce de caminos, un enclave estratégico para el paso de animales, con una gran diversidad ecológica, con cuevas (necesarias para la conservación de fósiles), con unas condiciones geológicas favorables también, el río se encajó en el valle y los fósiles se conservaron por encima de él…

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Muchas casualidades han hecho posible que aflorara el tesoro de Atapuerca. Fueron fundamentales, por ejemplo, las obras para construir una línea de ferrocarril en 1901. Las voladuras de entonces destaparon las cuevas. Luego hubo espeleólogos intrépidos y generosos que se implicaron en la protección de la zona, hubo estudiosos que acudieron a investigar en condiciones adversas, hubo también políticos que estorbaron y otros que ayudaron.

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Encontrar esa riqueza ha sido una lotería. José María Bermúdez de Castro, que llegó a Atapuerca en 1983, hace balance: «Yo las he pasado canutas para llegar aquí. Eudald pasó hambre y durmió en el metro de París cuando hacía la tesis doctoral. El conocimiento te lleva a prescindir de todo, es un bien que vale millones, lo demás te importa tres pepinos», concluye. Juan Luis Arsuaga reconoce que Atapuerca «es el mayor proyecto científico de evolución humana del mundo y es un proyecto al que sigo dedicando mucho tiempo y que ha dado muy buenos resultados. Es una satisfacción haber tenido tanto éxito y haber formado a tanta gente».

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«Ha habido momentos alegres y tristes. La gente piensa en Indiana Jones, y de eso hay muy poco. Hay mucha burocracia, y un clima duro, pero eso forma parte del paquete. Hay más trabajo de cantera, de día a día, trabajo duro pero imprescindible. Y hay que atender a periodistas e investigadores de todo el mundo. Hemos salido en mil publicaciones», cuenta Eudald Carbonell.

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Comienza una nueva etapa, pero Atapuerca sigue. «Yo creo que da para 30 0 40 años más», dice Bermúdez de Castro. ¿Qué queda por hacer? «Todo. Queda el 99 por ciento por sacar», responde Eudald Carbonell.

 
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