Desde hace años, los arqueólogos tratan de averiguar el enigma que se esconde detrás de la construcción de uno de los monumentos más famosos del Antiguo Egipto: la Gran Esfinge de Giza. ¿Tenía la misma forma al principio? ¿Qué es lo que sus responsables quisieron representar con ella? ¿Fue bautizada con algún nombre? ¿Cómo era el paisaje que la rodeaba milenios atrás? Con sus más de 70 metros de largo y 20 de alto, está ubicada junto a las pirámides y forma parte del complejo funerario del Rey Kefrén, dando la bienvenida a sus más de 14 millones de visitantes al año.
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Hay, además, otra pregunta que ha rondado la cabeza de muchos investigadores en las últimas décadas: ¿cuándo se erigió exactamente esta gigantesca estatua con cuerpo de león y cabeza humana? La teoría principal y más aceptada es que se construyó hace 4.500 años. Los egiptólogos estiman que alrededor del siglo XXVI a. C. Sus responsables la habrían esculpido utilizando un montículo de roca caliza situado en la meseta de Guiza.
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En épocas antiguas estaba pintada en colores muy vivos que con el paso del tiempo se borraron: rojo el cuerpo y la cara y el nemes que cubría la cabeza, con rayas amarillas y azules.
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Sin embargo, a lo largo del siglo XX fueron varios los estudiosos comenzaron a barajar la idea de que la Gran Esfinge de Guiza era el doble de antigua de lo que se pensaba y, por lo tanto, pertenecía a una civilización mucho más antigua. Una teoría que fue ganando adeptos con diferentes enfoques del mismo tema. Algunas de estas hipótesis son insólitas y de naturaleza pseudocientífica, como la barajada por Edgar Cayce, un visionario estadounidense que llegó a afirmar que fue construida por la civilización atlante.
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Llegó a anunciar, incluso, que antes de 1998 se encontraría una «sala de los archivos» bajo las garras de la Esfinge, los cuales demostrarían, por fin, que la cultura de los faraones procedía realmente de la desaparecida Atlántida. Lo más sorprendente del caso es que su teoría causó furor entre institutos de investigación internacionales y universidades de prestigio, que se sumaron a las investigaciones en este sentido sin encontrar, efectivamente, nada al respecto. Un ejemplo fue el de Rhonda James, que viajó hasta Egipto, en 1957, y hasta obtuvo permiso para excavar junto a la esfinge en busca de dicha sala donde debían seguir escondidas las memorias de los atlantes, pero solo encontró agua.
Las inundaciones
Nuevos investigadores señalaron una antigüedad mucho mayor para la esfinge que la aceptada por la ciencia, asegurando que no tenía 4.500 años de antigüedad, sino más de 12.000. Es decir, que habría sido construida alrededor del 10500 a. C. El primero en sostener esta hipótesis fue el filósofo y arqueólogo francés René Schwaller de Lubicz, que vivió durante doce años en Egipto estudiando los templos de Tebas y desarrollando, junto al egiptólogo Alexandre Varille, otra teoría que argumentaba que los templos de aquella región fueron utilizados para iniciaciones místicas.
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Schwaller de Lubicz llegó a excavar en el Templo de Luxor entre 1937 y 1952, intentando encontrar evidencias de que, efectivamente, la cultura egipcia había sido muy anterior a lo que se creía hasta ese momento. En una de sus obras, ‘Le Roi de la Théocratie Pharaonique’ (Flammarion, 1961), al hablar de grandes inundaciones que asolaron Egipto entre el 9000 a. C. y 8001 a. C., aseguró: «Una gran civilización debió de preceder a los vastos movimientos de agua que arrasaron Egipto, lo cual nos lleva a deducir que, esculpida en la roca de la colina situada al oeste de Guiza, ya existía la Esfinge, cuyo cuerpo leonino, salvo la cabeza, muestra signos inconfundibles de una erosión causada por el agua».
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En su momento, numerosos geólogos e investigadores apoyaron la tesis de Schwaller, debido principalmente a que no encontraron huellas de otras inundaciones o periodos de lluvias intensas en la misma zona anteriores al año 10000 a. C., que pudieran explicar la erosión de la esfinge provocada. En este sentido, es importante tener en cuenta que a día de hoy no parece haber ningún tipo de duda de que dicha erosión se produjo, efectivamente, por el agua.
«Grave erosión»
Un ejemplo fue el de John Anthony West, que en 1979 publicó el libro ‘Serpent in the Sky’ (Quest Books), en el que ahondaba en esta teoría: «Schwaller de Lubicz observó que la grave erosión del cuerpo de la Gran Esfinge de Guiza se debe a la acción del agua y no del viento y la arena.
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La confirmación de que la Esfinge fue erosionada por el agua bastaría para echar por tierra todas las cronologías de la historia de la civilización que se consideran válidas. Obligaría a revaluar drásticamente la suposición del ‘progreso’, es decir, la suposición en que se basa la totalidad de la educación moderna. Sería difícil encontrar una sola y sencilla cuestión que tuviera consecuencias más graves. La erosión de la Esfinge por el agua es a la historia lo que la convertibilidad de la materia en energía es a la física».
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West iba más allá en sus afirmaciones, al sugerir: «Siguiendo una observación que hizo Schwaller, ahora es posible virtualmente probar la existencia de otra civilización, quizá más grande, que se anticipó en varios milenios al Egipto dinástico y a todas las civilizaciones conocidas. Dicho de otro modo, ahora es posible probar la ‘Atlántida’ y, simultáneamente, la realidad histórica del Diluvio que habla la Biblia. Escribo ‘Atlántida’ entre comillas, porque de lo que se trata aquí no es de la ubicación física, sino más bien de la existencia de una civilización lo bastante avanzada y antigua como para dar pábulo al nacimiento de la leyenda».
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A pesar de las críticas y las polémicas que generaron, esta teoría siguió con investigadores como Robert M. Schoch, que en 1992 también aseguró que la erosión sufrida por el monumento no podía, en ningún caso, haberse producido por la acción del viento. Estas ondulaciones se produjeron, efectivamente, según defendía, por las precipitaciones, las cuales provocaron fisuras verticales aún observables. Esa es la causa de que, para él, esta enigmática estatua no pudiera tener una antigüedad menor a 9.000 años, el doble de lo defendido por la mayoría de los historiadores. Y, lo cierto, es que la mayoría de las investigaciones de los últimos años, dejan sin argumentos sólidos a todas estas hipótesis.
Atlántida
En ‘El mensaje oculto de la Esfinge’ (Martínez Roca, 1997), Colin Wilson también abraza esta teoría, aunque lleva igualmente cuidado de que no le tachen de conspiranoico, con aclaraciones como esta: «West no hablaba forzosamente de la mítica Atlántida de Platón, sino que se refería solo a la posibilidad de que la civilización sea varios milenios más antigua de lo que creen los historiadores. En tal caso, en cierto sentido lo que se ha dado en llamar la temida palabra que empieza por A, que en el acto indica que quien dice esto es un fanático, tal vez no sea necesaria en absoluto.
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No estamos hablando de la Atlántida ficticia de la novela de Verne ‘Veinte mil leguas de viaje submarino’ y, tampoco, de ‘Maracot Deep’, de Conan Doyle, sino sencillamente de la posibilidad de que la cultura humana sea mucho más vieja de lo que creemos».
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Esta teoría tuvo tanta fuerza que, incluso, periódicos como ‘Los Angeles Times’, publicó un artículo en 1991 bajo el siguiente titular: ‘Egipto ofrece un giro nuevo en el misterio de las esfinge’. El diario explicaba que había nuevos indicios que apoyaban la tesis de que la estatua era el doble de antigua de lo que se creía, generando «una furiosa discusión entre los geólogos que dicen que debe de ser más antigua y los arqueólogos, que afirman que tal conclusión contradice todo lo que sabemos sobre el antiguo Egipto».
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El artículo respondía a un estudio presentado por los primeros en la convención de la Geological Society of America, que confirmaban, según ellos, que las señales de la erosión que se ven en el monumento eran características de un período mucho más antiguo. Los arqueólogos y egiptólogos, en el bando contrario, insistían en que la Esfinge no podría ser mucho más vieja porque «la gente que vivía allí anteriormente no podía haberla construido». La mayoría de estos últimos siguen convencidos de que el monumento se construyó durante el reinado de Kefrén, aproximadamente en el 2500 a. C. «Los indicios –añadía el periódico– hacen pensar que Kefrén se limitó a restaurar la Esfinge».
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