.
.
.
Da Vinci, Van Gogh, Klimt…El tesoro robado de Hitler: le seguimos la pista al botín del Tercer Reich
La pasión que Hitler sentía por el arte tuvo consecuencias dramáticas: el saqueo sistemático de cientos de miles de obras de arte en toda Europa. Te contamos cómo fue robado y dónde acabó el botín del Tercer Reich.
Miércoles, 05 de Abril 2023, 12:39h
Tiempo de lectura: 8 min
El joven que salía de la Academia de Bellas Artes de Viena, una tarde de 1908, tenía la desilusión pintada en su rostro. Era ya la segunda vez que suspendió las pruebas de admisión por falta de talento, la primera vez en Bellas Artes y la segunda en Arquitectura. Adolf Hitler, que entonces tenía 18 años, no terminó la educación secundaria ni tenía oficio, y su sueño era ser artista. Sentía pasión por las bellas artes, la arquitectura y la ópera, especialmente por las composiciones de Richard Wagner. En los siguientes años pintaría al menos un cuadro al día para venderlo y ganarse la vida.
Al parecer, los clientes que se hicieron con sus dibujos a pluma, lápiz, acuarelas e incluso carteles publicitarios eran sobre todo intelectuales y empresarios judíos, habituales mecenas de artistas jóvenes de la época. Debió de ser un trago amargo para el solitario artista fracasado, ávido de ambición y uno no puede dejar de preguntarse: «¿Y si hubiera sido admitido en la Academia de Bellas aquel día…?».
La devoción que Hitler sentía por el arte tuvo sus consecuencias: un saqueo sistemático de cientos de miles de obras de patrimonio cultural de valor incalculable. Pinturas, esculturas, objetos arqueológicos, oro, plata… y muchas de ellas, destruidas o todavía en paradero desconocido. A medida que iba extendiendo sus tropas por Europa, su colección de arte iba creciendo con el objetivo de reunir la colección del Führer para su futuro museo en la ciudad austriaca de Linz, un gran proyecto con un edificio para cada disciplina artística que nunca se llevó a cabo.
Pero no todo tenía el mismo valor
Como el arte tenía que servir a sus propósitos propagandísticos, debía ser fácil de entender. Detestaba el arte de los grandes movimientos como expresionismo, dadaísmo, cubismo y surrealismo, ya que estimulaban el pensamiento y la reflexión. En estas obras se escondía el peligro de encontrar razones de crítica hacia su régimen. Si la sociedad reflexionaba sobre las obras de arte, acabaría reflexionando también sobre Hitler, y esto podría ser peligroso. Su objetivo de dominar las artes se extendía inevitablemente al dominio sobre las mentes de los creadores.
A través de subastas en Suiza Hitler sacó a la venta parte del botín: las obras de la vanguardia
A diferencia de los saqueos en otros conflictos bélicos, Hitler añadió una gran carga ideológica a su proceso de purificación artística. En 1937 inauguró dos grandes exposiciones, ambas en Múnich. La gran exposición de arte alemán, presentada en la Casa del Arte Alemán, reflejo de la estética de Hitler y de la heroica raza aria inspirada en la escultura griega y el renacimiento italiano, y el arte degenerado, con 650 obras confiscadas de 32 museos en Alemania, obras de la vanguardia que fueron acompañadas de imágenes de personas mutiladas y discapacitados mentales y físicos para crear rechazo entre los 3 millones de visitantes que la vieron en 12 ciudades.
Entre los artistas ‘prohibidos’ se encontraban, entre otros, Picasso, Ernst, Dix, Klee, Kandinsky, Munch o Kokoschka. Este último fue, curiosamente, competidor de Hitler cuando intentaba conseguir la plaza en la Academia de Bellas Artes en Viena y en la que Oskar Kokoschka sí fue admitido.
Alfred Rosenberg, considerado como el más importante ideólogo del nazismo, convenció a Hitler de no destruir el arte degenerado, sino de crear una comisión de explotación del mismo para comercializarlo con la ayuda de marchantes y con la subasta de Lucerna en 1939, que atrajo principalmente a coleccionistas americanos. Uno de los cuadros más destacados de la subasta fue Autorretrato, de Van Gogh, incautado en la Neue Staatsgalerie de Múnich en 1938. Se vendió a un banquero y filántropo de Nueva York, quien donó su colección al Fogg Art Museum de la Universidad de Harvard, donde la obra se expone en la actualidad.
Rosenberg fue también máximo responsable del ERR, un organismo especializado en el expolio de arte puesto en marcha en 1940 coincidiendo con la ocupación de gran parte de Francia. París era un centro artístico de primer orden y uno de los sueños de Hitler. Las obras confiscadas en Francia, Holanda, Bélgica y Luxemburgo y que pasaron el filtro de ‘degeneradas’ fueron trasladadas en camiones y trenes especiales hasta Alemania y Austria, mientras que otras se convirtieron en moneda de cambio para adquirir arte más ‘germánico’.
Para poder almacenar el gran botín, utilizaron el edificio del museo Jeu de Paume y el jardín de las Tullerías, donde las obras eran fotografiadas y catalogadas para el archivo nazi. Hoy, esta gran base de datos (www.errproject.org/jeudepaume) está a disposición de todo interesado y en ella puede consultarse un listado de 20.000 objetos de arte incautados entre 1940 y 1944 en Francia y Bélgica. En este listado, el mayor hasta la fecha, se incluyen obras de Picasso, Goya, Dalí, Chagall o Monet.
Göring se llevó a Alemania 58 cajas de esculturas de mármol. Reunió en su lujosa mansión más de 2000 obras
Otro gran protagonista del expolio nazi fue el mariscal Hermann Göring, quien mandó construir los primeros campos de concentración en Alemania y creador del cuerpo militar conocido como Kunstschutz (Protección de Arte), al servicio del expolio. Era conocida su codicia y su afán de ostentación. En París, antes de que las obras partieran hacia Alemania, Göring seleccionó su parte del botín y, desde Florencia, con el pretexto de proteger las obras de los bombardeos, desplazó a Alemania 58 cajas de esculturas de mármol y bronce entre las que se encontraban obras de Donatello o Miguel Ángel, 26 esculturas de la Antigua Grecia y 291 pinturas de gran formato con piezas de Botticelli o Rafael, entre otros.
Fueron más de 2000 las obras que reunía en su lujosa mansión, llamada Carinhall, a las afueras de Berlín, pero ya en 1943 su obsesión por proteger su tesoro lo llevó a trasladar gran parte de la colección a una mina de sal cerca de Altaussee, en Austria, al empezar sospechar que la guerra estaba perdida. En 1945, Göring mandó otra gran parte de las obras en trenes especiales a los búnkeres de Berchtesgaden en Bavaria, pero los aliados los pararon y la mayoría de las obras pudieron ser recuperadas.
De todas maneras quedan hoy más de 100.000 por localizar. Existen diversas organizaciones que trabajan para conseguirlo e identificar a sus legítimos propietarios, pero se trata de un proceso complejo, especialmente cuando el nuevo propietario compra la obra de forma legal en una subasta o galería. Hay varias organizaciones que luchan por la recuperación y restitución de obras, como Looted Art, fundada por Anne Webber en 1999 con sede en Londres y que manejan una gran base de datos.
Faltan 100.000 por localizar. Dar con el dueño es complejo, sobre todo si adquirió la obra ‘legalmente’
Con respecto al caso abierto relacionado con una pintura de Camille Pissarro, reclamada por el norteamericano Claude Cassirier al Estado español y la Fundación Thyssen Bornemisza de Madrid, está en manos del Tribunal Supremo de Justicia de Estados Unidos. «El tribunal de Núremberg consideró que el expolio de bienes artísticos y culturales en países ocupados fue un acto de crimen de guerra y una violación de los derechos humanos», recuerda Webber. La dificultad está precisamente en que el baron Thyssen había adquirido la obra legítimamente.
Las obras expoliadas por los nazis
Leonardo da Vinci
‘La dama del armiño’
La retratada por Da Vinci hacia 1490 es Cecilia Gallerani, milanesa amante del duque apodado Ermellino (‘armiño’ en italiano). Tras su muerte el rastro del cuadro se perdió hasta 1800, cuando lo compró el príncipe polaco Czartoryski y estuvo expuesto en Puławy. Al comenzar la guerra contra Rusia en 1830, el cuadro viajó a París. Fue en 1876 cuando regresó al museo Czartoryski de Cracovia. Protegido durante la Primera Guerra Mundial en Dresde, volvió a Cracovia en 1920. Confiscado por los nazis, fue recuperado en 1946 por los monuments men o policías del arte de la casa de Hans Frank, gobernador nazi de la Polonia ocupada.
Vincent Van Gogh
‘Retrato del doctor Gachet’
Vincent Van Gogh formaba parte de la lista de Hitler de «artistas degenerados». Un mes antes de su muerte pintó dos versiones del retrato del doctor Gachet, uno de ellos se encuentra hoy en el museo de Orsay de París. La otra obra, la versión melancólica, fue confiscada por los nazis en 1937 de la galería Städtische de Fráncfort. Hermann Göring reconoció su valor y se hizo con el retrato para venderlo. Tras pasar por varias manos, hace años se vendió por 82,5 millones de dólares al magnate japonés Ryoei Saito y tras su muerte se perdió el rastro de la obra.
Gustav Klimt
‘Retrato de Adele Bloch-Bauer I’
En 1904, el rico industrial austriaco Ferdinand Bloch-Bauer contrató a Klimt para que retratara a su esposa, Adele. Pintado al óleo con pan de oro y plata, en 1938 los nazis lo confiscaron y tras la guerra fue entregado al Gobierno de Austria. Los herederos lo recuperaron en 2006 tras llevar el caso al Tribunal Supremo de EE.UU. El magnate Ronald Lauder lo compró ese mismo año por 135 millones de dólares y hoy se puede ver en la Neue Galerie en Nueva York.
Camille Pissarro
‘Rue Saint Honoré por la tarde’
El caso Pissarro –la reclamación que emprendió Claude Cassirer y su familia de un cuadro de Pissarro al Estado español– sigue abierto. El cuadro fue vendido por Lily Cassirer, abuela de Claude, por unos 360 dólares a los nazis para poder abandonar Alemania. Tras pasar por distintas manos, el barón Thyssen lo compró en 1976 ‘de buena fe’ y en 1993 fue adquirido legalmente por la Fundación. Se expone en el museo Thyssen.
Johannes Vermeer
‘El astrónomo’
Poco después de la ocupación de Francia en 1940, 5009 obras de la colección Rothschild fueron confiscadas y la obra de Vermeer fue una de las primeras en llegar a Alemania. Hitler quería todas las obras del maestro del barroco, especialmente esta, a pesar de contener un pequeño cuadro de Moisés salvado de las aguas. Aun hoy, lleva en su reverso el sello con la esvástica. Fue devuelta a los Rothschild y luego donada al Louvre.
.
.
.
.
.
.
.