Goizueta, la voz del agua

Goizueta, la voz del agua

Esta pequeña población incrustada en la Navarra atlántica es la más lluviosa de España

 

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Borja Olaizola

Lunes, 7 de agosto 2023

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El sonido cantarín de las aguas del río Urumea resuena bajo el puente de piedra que divide en dos el casco urbano de Goizueta.

Media España se achicharra entre ola y ola de calor de un verano que a buen seguro pasará a la historia como uno de los más cálidos de la historia y en esta pequeña localidad navarra el termómetro no pasa de los veinte grados a media mañana.

La lluvia que ha caído por la noche mantiene aún húmedas las calles a pesar de que el sol empieza a asomarse tímidamente entre unas nubes grises que se resisten a abandonar el valle.

«¿Que si llueve mucho aquí …? Bueno, todo es cuestión de acostumbrarse», responde Conchi Escudero, una mujer que atraviesa el puente con paso decidido en dirección a la tienda donde suele comprar el pan. Como su sobrino Jose Mari Bakero, futbolista que triunfó primero en la Real Sociedad y luego en el Barça, Conchi nació en el caserío Yandenea, un sólido edificio de piedra y madera con varios siglos a sus espaldas que se levanta a orillas del cauce del Urumea.

«Pero los dos nacimos en casa-casa, eh, nada de hospitales», apostilla la mujer para dejar las cosas claras.

A unos pocos pasos del puente por el que acaba de pasar Conchi está la iglesia de Goizueta. Un pequeño reloj de sol colocado a media altura adorna la fachada sur del templo. Se diría que el constructor tenía cierto espíritu guasón porque no es sol lo que precisamente sobra en este pueblo.

Las estadísticas de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) revelan que Goizueta ostenta el récord de precipitaciones de toda España.

 

Aquí llueve más de 200 días al año y caen más de 2.500 litros por metros cuadrado cuando la media nacional es de 641 litros.

 

Al reloj solar le suelen quedar pocas oportunidades de cumplir su trabajo entre tanta nube.

La lluvia ha dibujado durante siglos el perfil de Goizueta, recostada en el mismo valle donde se esconde el pantano del Añarbe, que abastece de agua a San Sebastián y su comarca.

 

Un valle estrecho rodeado de montañas cuyas laderas están siempre alfombradas de un verde rabioso y adornadas por una vegetación casi selvática de helechos, robles, pinos y acacias. Aunque forma parte de Navarra, está más cerca de San Sebastián (a 33 kms) que de Pamplona (a 70 kms).

 

«A la gente de aquí le tira más la Real que Osasuna», sonríe Eduardo Texeira, un brasileño que regenta desde hace seis años la taberna Zubi Ondo.

La bufanda del equipo blanquiazul que cuelga de una de las vigas de roble que sujetan el techo del bar, que ocupa la planta baja de un caserón de piedra centenario, corrobora sus palabras.

Texeira, que se afincó hace seis años en Goizueta, habla con los parroquianos un euskera dulcificado por su acento brasileño. «Soy de Sao Paulo y allí cae también mucha agua», responde cuando se le pregunta si le sorprendíó a su llegada la copiosa pluviometría de esta población de 700 almas.

 

Un parto en el coche

 

El tabernero no tarda en coger confianza y se lanza a contar un episodio que revela que tantas precipitaciones tienen también una cara menos amable.

«En diciembre de 2021 se puso a llover durante un par de semanas como si no hubiese un mañana y la carretera a San Sebastián quedó cerrada por desprendimientos de tierra.

Mi mujer estaba embarazada y a la una y media de la madrugada del día 11 se puso de parto, así que le metimos en el coche y conduje hacia Leitza para coger desde allí la autovía a San Sebastián.

Es una carretera endemoniada, un puerto estrecho y con muchas curvas, y no paraba de llover.

Rompió aguas mientras conducía, tuve que parar y con la ayuda de mi suegra dio a luz en el coche en la autovía. Cuando llegaron las ambulancias ya había nacido».

La niña, Maria Lisa, tiene ahora año y medio y rebosa salud.

El corte de la principal vía de comunicación de Goizueta, la que lleva a San Sebastián, no es un hecho aislado.

A finales de mayo, otro frente húmedo irrumpió en el valle y descargó unas lluvias torrenciales que sepultaron varios tramos de la carretera.

 

«Es el precio que tenemos que pagar por tener esto tan verde», sonríe con sus ojos azules Oleg, un ucraniano que lleva cuatro años como encargado del camping del pueblo.

 

Goizueta está alejado de cualquier ruta turística, pero la tranquilidad de sus parajes seduce a muchos campistas.

Varias tiendas y furgonetas, muchas con matriculas extranjeras, ocupan las plazas que se despliegan bajo las tupidas copas de unos plataneros.

Ismael y Cristian, dos madrileños que han huido del horno de la capital, agradecen el clima:

 

«Pensábamos que no íbamos a necesitar los sacos, pero a la noche baja la temperatura y se agradecen».

 

A unos pocos metros del camping vuelve a escucharse la voz alegre de las aguas cristalinas del Urumea extendiendo su melodía de frescor por todo el valle.

 

 

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