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La misteriosa desaparición de Ettore Majorana, el físico que se esfumó tras hallar la antimateria
Sacó una gran suma de dinero del banco, compró un billete a Nápoles y mandó tres inquietantes mensajes antes de esfumarse el 26 de marzo de 1938
Algunos creen que se suicidó ante la perspectiva de que sus hallazgos ayudaran en el camino de las bombas nucleares; otros que acabó siendo un mendigo en Suramérica o un monje en Calabria. De momento, solo existen más preguntas que certezas
Las muertes de científicos más raras de la Historia
Madrid
«Solo os pido una cosa: no vistáis de negro, y, si es por seguir la costumbre, poneos solo alguna señal de luto, pero no más de tres días. Luego, si podéis, recordadme con vuestro corazón y perdonadme». Esta breve carta escrita por el físico Ettore Majorana fue dejada el 26 de marzo de 1938 en su habitación del Hotel Boloña, en Palermo. No fue la única misiva que dejó: un telegrama le llegó aquellos aciagos días a Antonio Carrelli, el director del Instituto de Física de la Universidad de Nápoles, donde Ettore acababa de conseguir una plaza como catedrático para impartir clases.
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«He tomado una decisión inevitable -se podía leer en él-. No hay en ella egoísmo. Pero sé que mi inesperada desaparición será un inconveniente para usted y los estudiantes. Le pido que me perdone, más que nada por haber puesto de lado la confianza, sincera amistad y generosidad que me mostró«.
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No sería la última que recibiría Carrelli. Una segunda carta enviada también desde Palermo, parecía contradecir a la anterior o, al menos, hacer ver que la idea de Majorana había cambiado. «Querido Carrelli, el mar me rechazó sin remedio. Regresaré mañana al Hotel Boloña. Pero me propuse dejar la enseñanza. Estaré a su disposición para darle más detalles». Sin embargo, nunca más se supo sobre Majorana, uno de los científicos más importantes de su tiempo, comparado con Newton o Galileo.
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Más de ochenta años han pasado, y el misterio continúa. Desde entonces, las hipótesis se han sucedido: ¿se suicidó atormentado por lo que sus hallazgos científicos podían suponer para el mundo? ¿Cogió un barco y huyó de su vida hacia otro continente? ¿se recluyó en un monasterio al sur de Italia? ¿acabó mendigando y ayudando a chavales con sus tareas de matemáticas y física? La respuesta, al igual la ‘domesticación’ de la partícula que lleva su nombre y que es a la vez materia y antimateria (y que podría ser clave para el desarrollo de los ordenadores cuánticos), sigue siendo una tarea pendiente.
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Una vida particular
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Majorana nació en Catania (Sicilia) el 5 de agosto de 1905 en el seno de una familia acomodada. Desde pequeño dio muestras de tener un intelecto singular, con una mente privilegiada para las matemáticas, aunque con una personalidad huraña que no le hacía ser prolijo en amigos.
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Comenzó a estudiar Ingeniería en Roma, pero pronto lo dejó por la Física tras recalar e 1928 en el instituto que dirigía Enrico Fermi, una eminencia en la época, pero que sería reconocido mundialmente años después por desarrollar el primer reactor nuclear, siendo considerado como ‘el arquitecto de la bomba atómica’ (no en vano fue uno de los principales dirigentes del Proyecto Manhattan).
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Pero mucho antes de esto, Fermi como mentor de Majorana y otros jóvenes como Bruno Pontecorvo, Franco Rasetti o Emilio Segrè (este último, amigo de Majorana y ganador del Nobel de Física en 1959 por su descubrimiento del antiprotón), estuvieron explorando en la física nuclear y de partículas. A partir de aquí, su fama entre la comunidad científica creció, sobre todo a raíz de profetizar la existencia del neutrón (el ‘pegamento’ del átomo) y, más tarde, la de la partícula que lleva su nombre y que es a la vez materia y antimateria, propensa a autodestruirse.
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Pero Majorana tenía una relación atípica con su trabajo científico: en toda su vida, sólo publicó una decena de estudios -el último salió a la luz estando ya desaparecido-, ya que consideraba que cuando resolvía un enigma, éste, por muy complicado que hubiera sido de solucionar, perdía su interés. También trabajó con personalidades de la talla de Werner Heisenberg (pionero de la mecánica cuántica y Nobel de Física en 1932 por sus descubrimientos al respecto) y a Niels Bohr (Nobel de Física en 1922 y considerada la única persona que demostró que Einstein se equivocaba en algo).
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«Hay varias clases de científicos. Están los de segundo y tercer orden, que hacen correctamente su trabajo. Están los de primer orden, que hacen descubrimientos que abonan el progreso de la ciencia. Y luego están los genios como Galileo o Newton. Pues bien, Ettore Majorana era uno de ellos», dijo sobre él el propio Fermi -según recoge el libro ‘La desaparición de Majorana‘ (Tusquets Editores, 2023), de Leonardo Sciascia, al que muchos consideran menos brillante que el físico siciliano, aunque sí más carismático, lo que propició que hoy su nombre nos sea más familiar.
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Las hipótesis sobre su destino
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Pero el brillante futuro de Majorana se paró de repente en 1938, después que la semana anterior a su desaparición sacase una gran suma de dinero del banco, comprase un billete hacia Nápoles y se dirigiera al puerto de Palermo con su pasaporte. Ahí se le pierde la pista para siempre.
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En los años siguientes, los supuestos avistamientos de Majorana se multiplicaron. Testigos aseguraron que le vieron en Nápoles mendigando, convertido en una persona a la que llamaban ‘hombre-perro’ y que ayudaba con las tareas de matemáticas a los jóvenes del lugar; también aseveraron que le conocieron como un monje en un monasterio de Calabria; varios testimonios de situaban en diferentes países de América del Sur…
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La hipótesis menos descabellada quizá fuese la del suicidio. Pero su familia sostenía que era imposible, ya que era un católico devoto. De hecho, su madre llegó a escribir una carta a Mussolini para que le ayudase a buscarlo. Sciascia y otros autores afirman que, como ‘visionario’ de su tiempo e intuyendo lo que sus investigaciones podrían suponer para las futuras armas nucleares, desapareció del mapa.
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Y el misterio ha llegado incluso hasta el nuevo milenio. En 2011, la fiscalía de Roma reabrió su investigación sobre su desaparición. Los detectives habían encontrado una supuesta fotografía de Majorana de 1955 en Venezuela, donde supuestamente vivía bajo el alias ‘Mr. Bini’. Al comparar la estructura facial de la imagen con otra vieja foto del físico, concluyeron que se trataba de la misma persona. El caso fue cerrado en 2015 definitivamente.
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Pero muchos quedaron insatisfechos. Francesco Guerra, físico de la Universidad Sapienza de Roma que continúa investigando el suceso, afirma que la conclusión fue «completamente ridícula». Él junto a Nadia Robotti, historiadora de la física de la Universidad de Génova, tienen otra hipótesis que publicaron en 2013 en la revista ‘Physics in Perspective‘: Majorana murió aproximadamente un año después de desaparecer. Y dicen que tienen pruebas, como una carta escrita por un sacerdote jesuita al hermano de Majorana en 1939 rinde homenaje al «lamentado Ettore Majorana» y al «amado extinto».
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Guerra y Robotti aún no saben dónde ni cómo murió, pero creen que sus descendientes tienen documentos que arrojarían más luz. Y hace tres años, los investigadores volaron a UC Berkeley para visitar el archivo de Emilio Segrè, cuya amistad con Majorana se agrió en los años previos a su desaparición. Allí encontraron una carpeta que, según instrucciones de Segrè, no se podrá abrir hasta el año 2057. Guerra espera que contenga detalles que resuelvan el caso de una vez por todas.
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MÁS INFORMACIÓN
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La búsqueda de la cuasipartícula de Majorana sigue una dinámica similar: al principio, muchos investigadores se afanaron por domesticar esa partícula que se asemeja al devenir de su descubridor: a pesar de ser tremendamente prometedora, nadie sabe con certeza qué pasa con ella.
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