Una bruja, tres familias y un secreto. Podría tratarse de Zalla, donde transcurrió su juventud. Pero no. Los secretos atrapados entre las paredes del caserío Atxaga y cómo cambian la vida a la joven Mari Belcha Maitia en 1936, plena Guerra Civil, se desentrañan en Okondo de la mano de Verónica García-Peña. La dos veces finalista del premio Planeta (2015, El ladrón de sueños y 2017, La isla de las musas) guía al lector a través de la mitología vasca en su última novela, de título Hasta morir la muerte, un homenaje a su familia materna con una inquietante advertencia: los monstruos no siempre portan máscara.
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“En ocasiones tememos más a la maldad imaginaria que a la real”, explica sobre esta frase de presentación. Entre el caserío de su abuela nació la inspiración para la historia, que brotó “como un chispazo, como si la musa tirara de mí”, mientras releía Mari Belcha, de Pío Baroja, hasta el punto de que postergó otra obra en la que trabajaba. “Mi imaginación y mis palabras se entremezclaron con él y sus múltiples universos y así el libro fue naciendo poco a poco”, rememora.
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Aunque también sobrevuelan otros autores de referencia para ella, como las hermanas Brontë, Gaskell, Wilde o Collins. Impregnado por escenarios y olores de su niñez, como “mi flor preferida, la dalia”, que cobra protagonismo en pasajes relevantes “con sus aromas y sus formas”, al igual que “rosas, gladiolos, calas, chiribitas o gardenias” que construyen una atmósfera que confiere aires góticos. Los relatos de fantasmas de Charlotte Riddell la movieron a servirse de las gardenias en representación de lo cerrado, lo oculto que sella un peligroso secreto.
Homenaje al norte
Todas ellas, reconocimiento “a la tierra que me vio nacer, ese norte que corre por mis venas en el que las casas tienen nombre y en los arroyos viven mujeres con peines de oro”. Por ello, después de viajar por Logroño o Galicia en los libros que conquistaron al jurado de uno de los premios literarios más prestigiosos Hasta morir la muerte significa “un reencuentro, volver a los orígenes y no sólo de forma palmaria a través de los escenarios, personajes y algunas tramas, sino también en mi forma de escribir, entender y lanzar esta historia al mundo”.
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No podían faltar las múltiples referencias a la mitología vasca. Brujas y lamias se entremezclan con la trama a lo largo de 354 páginas divididas en tres partes cuyos capítulos viajan a un escenario en distintos momentos de la historia: desde la Guerra Carlista hasta 1939. En el invierno de 1936 al que aludía al principio se desvela el significado sobre el título de la novela. Un universo en el que los fantasmas anclados en el corazón de los protagonistas y, en realidad, en el norte, persiguen al lector para que no olvide que los misterios ocultan verdades que duelen, adelanta.
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Verónica García-Peña ha elegido publicar Hasta morir la muerte de forma independiente “porque quería ostentar de nuevo el control total sobre mi obra, tomar decisiones, resultaran acertadas o no, ofrecer una novela escrita con pasión y no un simple producto”. Porque cree que los libros son “algo más que mercancía para consumo de masas, son vida y quiero que mis lectores lo sientan, que mi voz les llegue y se quede con ellos”. Valores que “en la industria cinematográfica o musical se admira, pero que en la literatura cuesta aceptar”. Sin embargo, “soy optimista porque la buena literatura no entiende de corsés impuestos, sino que es libre”.
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