Logran obtener de un colgante el ADN de la mujer que lo llevó hace 20.000 años

Un equipo de Instituto Max Planck ha desarrollado un método que permite sacar muestras genéticas de individuos prehistóricos a través del rastro que dejaron en sus herramientas y adornos

 

Julio Arrieta
Miércoles, 3 de mayo 2023
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El análisis de los útiles prehistóricos permite averiguar cómo se elaboraron y cómo se usaron, lo que, a su vez, ayuda a perfilar cómo eran los modos de vida de sus usuarios y sus sociedades. Ahora, un nuevo método para obtener muestras antiguas de ADN desarrollado por un equipo internacional en el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva de Leipzig (Alemania) permite conocer directamente a quienes usaron esos mismos objetos. Como explican en un artículo que se publica en el último número de ‘Nature’, los investigadores han logrado obtener una muestra de ADN de la persona que llevó un pequeño colgante hecho con el diente de un ciervo, datado hace 20.000 años, en la cueva de Denisova (Rusia), y han descubierto que se trató de una mujer.

Como sabe cualquiera que siga la serie ‘CSI’ o sus diversos derivados, dejamos nuestro rastro genético en los objetos que manipulamos. Nuestros antepasados prehistóricos también. El problema es que esa huella se degrada con el paso del tiempo. Además, obtener una muestra puede suponer el deterioro del objeto que la conserva. Superar esta dificultad era uno de los objetivos del equipo interdisciplinar que ha desarrollado el nuevo método.

Es muy raro que los útiles de madera se conserven, por lo que los artefactos paleolíticos que aparecen en los yacimientos suelen ser de piedra o de hueso. En esta investigación, los científicos optaron por los materiales óseos y por los dientes: su estructura porosa favorece que retengan más el ADN presente en las células de la piel, el sudor y otros fluidos corporales. Según explica la arqueóloga Marie Soressi, de la Universidad de Leiden, «la estructura de la superficie de los artefactos óseos y dentales paleolíticos proporciona información importante sobre su producción y uso. Por tanto, preservar la integridad de los artefactos, incluidas las microestructuras de su superficie, era una prioridad absoluta», añade la investigadora que ha supervisado el trabajo con Matthias Meyer, genetista del Max Planck.

 

Elena Essel trabajando con la pieza en el laboratorio Max Planck Institute for Evolutionary Anthropology

 

Su equipo ha desarrolló un método no destructivo: «Lavando los artefactos a temperaturas de hasta 90 °C, somos capaces de extraer ADN de las aguas de lavado, manteniendo los artefactos intactos», resume Elena Essel, la autora principal del nuevo estudio.

 

Dos intentos fallidos

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Demostrar que el método funciona ha supuesto dos intentos fallidos previos al éxito final. Primero se aplicó a una serie de útiles excavados en la cueva francesa de Quinçay entre las décadas de 1970 y 1990. Se pudo identificar el ADN de los animales de los que procedían los huesos, pero no de sus manipuladores. De los prehistóricos, porque el problema era que los arqueólogos habían dejado su propio rastro al tocar los útiles, impidiendo la identificación del ADN humano antiguo.

El segundo intento se realizó con materiales obtenidos en una excavación reciente en la que se había trabajado con guantes y mascarillas. Se trató de tres colgantes hechos con dientes obtenidos en la cueva de Bacho Kiro (Bulgaria). Las piezas tenían niveles significativamente más bajos de contaminación por ADN moderno, pero tampoco se pudo identificar el antiguo.

A la tercera fue la vencida. Y además en un yacimiento muy famoso: la cueva de Denisova, en Siberia (Rusia). Utilizada en la prehistoria por neandertales y humanos modernos, allí se descubrió en 2012 el fósil de una niña híbrida de primera generación hija de una mujer neandertal y un hombre denisovano.

 

Trabajos de excavación en la cámara sur de la cueva Denisova en 2019. Sergey Zelensky

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Un diente de ciervo

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En su campaña de 2019, Maxim Kozlikin y Michael Shunkov, directores de la excavación de esta célebre cueva, habían extraído con extremo cuidado un colgante hecho con un diente de ciervo del Paleolítico Superior. A partir de él, los genetistas de Leipzig aislaron no solo el ADN del propio animal, un ciervo uapití (Cervus canadensis), sino también ADN humano antiguo. Y en una «cantidad extraordinaria», según Essel. «Casi como si hubiéramos tomado una muestra de un diente humano».

Basándose en el análisis del ADN mitocondrial, los investigadores concluyeron que la mayor parte procedía probablemente de un único individuo humano. Pero además también se pudo obtener una fracción sustancial del genoma nuclear de esta persona, lo que ha permitido determinar que el colgante fue fabricado, llevado o las dos cosas por una mujer. Por último, el análisis genético ha permitido «estimar la antigüedad del colgante entre 19.000 y 25.000 años».

Los análisis también han permitido comprobar que esta mujer está estrechamente vinculada genéticamente con sus contemporáneos que vivían mucho más al este, los llamados «Euroasiáticos del norte antiguos». «A los forenses no les sorprenderá que se pueda aislar ADN humano de un objeto que se ha manipulado mucho», concluye Matthias Meyer, «pero es asombroso que esto siga siendo posible después de 20.000 años».

 

 

 

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