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LUCA, el primer ser vivo de la Tierra, vivió hace cerca de 4.500 millones de años

Una nueva datación del organismo vivo más antiguo arroja nueva luz sobre los orígenes de los eucariotas, las células con núcleo de las que están hechas todas las plantas y animales

LUCA, el primer ser vivo de la Tierra, era una bacteria

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LUCA apareció poco después de que la Tierra se formara pero se desconoce exactamente dónde ARCHIVO
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Su nombre es LUCA, pero no vive en el segundo piso, como dice la canción de Suzanne Vega. Y ni siquiera en nuestro tiempo presente. LUCA existió hace alrededor de 4.500 millones de años, cuando la Tierra acababa de formarse y era un mundo totalmente distinto al actual, aunque no sabemos exactamente dónde. Probablemente en alguna charca de agua templada por una incesante actividad volcánica, o quizá al abrigo de alguna chimenea hidrotermal en lo más profundo de los océanos primigenios.

LUCA, además de un nombre, es un acrónimo. Sus iniciales, en efecto, corresponden a Last Universal Common Ancestor, el Último Ancestro Común Universal. Porque LUCA fue el primer organismo viviente, el primero que estrenó esa curiosa y aún poco comprendida forma de organización de la materia que llamamos vida.

 

LUCA es, por lo tanto, nuestro primer ancestro, el antepasado común de todos y cada uno de los organismos vivos actuales. Y ahora, un equipo internacional de biólogos ha conseguido precisar aún más el momento en que existió: entre hace 4.320 y 4.520 millones de años, según un artículo recién publicado en ‘Nature Communications’.

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No se sabe cómo era

Nadie sabe exactamente cuál pudo ser el aspecto de LUCA, pero hay algunas cosas en que la mayoría de los científicos están de acuerdo. Por ejemplo, el hecho de que fuera un organismo unicelular, es decir, una célula única e individual. Una célula que, además, tenía que estar equipada con algunas herramientas imprescindibles para la vida, como proteínas o el llamado complejo ATP sintasa, un ‘motor molecular’ capaz de producir una gran cantidad de la molécula ATP (adenosín trifosfato), que es fundamental para que las células puedan obtener energía.

«Estas proteínas -afirma Anja Spang, del Real Instituto de los Países Bajos para la Investigación Marina y autor principal del estudio- las comparten todas las bacterias, arqueas y eucariotas, como plantas y animales».

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En el gráfico, el árbol de la vida revisado tras la nueva investigación
TARA MAHENDRARAJAH

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Revisando el árbol de la vida

La nueva datación no difiere demasiado de las que se habían hecho hasta ahora. En palabras de Tom Williams, de la Universidad de Bristol y coautor del artículo «las dataciones se vuelven cada vez más inciertas según nos acercamos a la raíz del árbol de la vida». La verdadera sorpresa es que LUCA se encuentra ‘más arriba’ de lo esperado en ese árbol.

Lo cual, según Spang, sugiere que «proviene de un ancestro que es aún más antiguo que el de las bacterias actuales. Gracias a esta técnica de datación mejorada, vemos que los antepasados de todas las arqueas actuales vivieron hace entre 3.370 y 3.950 millones de años. Esto obliga a que el último ancestro común de las arqueas conocidas sea más antiguo que el de todas las bacterias, que vivieron hace entre 4.050 y 4.490 millones de años. Y esto, a su vez, sugiere que las arqueas anteriores o bien se extinguieron, o bien siguen viviendo en algún lugar escondido de la Tierra donde aún no las hemos encontrado».

Los eucariotas, es decir, células con núcleo, como las que tienen todas las plantas y animales, tuvieron su último ancestro común hace entre 1.840 y 1.930 millones de años. «Si imaginamos toda la vida en la Tierra como un árbol genealógico -explica Tara Mahendrarajah, también autora principal del artículo-, LUCA está en la base y, en algún momento, el tronco se divide en una rama bacteriana y una arquea. Pero los eucariotas no son una rama separada de este árbol de la vida, sino más bien una fusión de dos ramas que surgieron de las ramas bacteriana y arqueal. Tenemos un poco de ambas cosas en nosotros«.

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«Nuestras nuevas estimaciones de la edad de los ancestros arqueales y bacterianos de los eucariotas -dice por su parte el coautor Edmund Moody, de la Universidad de Bristol- ayudarán a mejorar nuestros modelos sobre los orígenes de los eucariotas. Esta nueva forma de ver el árbol de la vida nos ayuda a seguir cómo han evolucionado las células a lo largo del tiempo en la Tierra. También nos proporciona una base para descubrir qué hacían esos primeros microbios en sus antiguos entornos y cómo se vincula su evolución con la historia natural».

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