Un frío inhóspito, trece días atrapados en una carpa a causa de un temporal, tres semanas a la espera de una pieza para poder moverse en avioneta, el trabajo contra reloj por la falta de luz… El paleontólogo estadounidense Neil Shubin se enfrentó durante seis años a todos los sacrificios e imprevistos que suponen las expediciones en el Ártico hasta que en 2004 consiguió dar con lo que estaba buscando: una criatura de hace 375 millones de años que supuso un cambio trascendental en la evolución de la vida en la Tierra.Tiktaalik rosae (nombre sugerido por el pueblo Inuit que significa ‘gran pez de agua dulce’) es el primer pez conocido que salió del agua para conquistar el mundo terrestre. De hasta 9 metros de longitud, tenía agallas, escamas y aletas, pero también un cuello móvil y características muy similares a nuestros codos y muñecas que le permitían apoyarse en el suelo y avanzar por un territorio hasta entonces inexplorado.
Han pasado los años y Shubin, profesor en la Universidad de Chicago, escritor y divulgador científico, sigue siendo un apasionado de Tiktaalik. El pasado julio intentó regresar al Ártico canadiense, pero un accidente de helicóptero, afortunadamente sin consecuencias graves, arruinó la expedición. Volverá el próximo verano para localizar nuevos fósiles que le ayuden a entender cómo surgieron los vertebrados, criaturas con columna vertebral, cráneo, dientes y huesos. Lo ha contado esta semana en una visita a Barcelona, donde impartió dos conferencias: una organizada por la Universidad Pompeu Fabra y el Laboratorio Europeo de Biología Molecular como tributo al investigador Pere Alberch, de quien Shubin fue estudiante de doctorado, y otra en el Museo de la Ciencia CosmoCaixa.
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―Tiktaalik fue una gran apuesta personal. ¿Qué sintió al encontrarlo por fin?
―Euforia, por ser los primeros en ver algo que nadie había visto antes. También una profunda satisfacción como científico, porque teníamos confianza en nuestras hipótesis y métodos. pero ver el fósil era algo crítico, así que resultó también un alivio. No habíamos desperdiciado seis años de nuestras vidas buscándolo. Lo primero que llamó mi atención fue la punta de su hocico sobresaliendo de la roca. Claramente era de pez, pero tenía la cabeza plana, como un vertebrado terrestre.
―Esta criatura ya caminaba bajo el mar antes de salir a la tierra.
―Sí. Era capaz de maniobrar en las aguas poco profundas de un arroyo o un estanque, y también en las marismas. Así que cuando salió del mar, caminando, probablemente usaba cuatro patas.
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―¿Qué le empujó a abandonar las aguas?
―Tiktaalik competía en estos arroyos con otras muchas especies, la mayoría grandes depredadores. Por lo tanto, cualquier variación, cualquier rasgo que le permitiera alejarse de la depredación en el agua sería beneficioso. Y más si podía ir a una zona con mucha comida.
―¿Cómo consiguió adaptarse tan bien a la vida terrestre?
―Creo que lo más importante a tener en cuenta es que muchos de los rasgos que utilizan los animales para caminar por la tierra aparecieron por primera vez en los peces millones de años antes: brazos, muñecas, codos, caderas… la razón de ello es que muchas de esas funciones son necesarias para la vida en el agua.
―Otros peces similares, como Qikiqtania wakei, tenían apéndices parecidos, pero decidieron regresar al agua, ¿por qué?
―No lo sabemos muy bien. Una respuesta puede ser que tenía una calavera muy parecida a la de Tiktaalik, así que tal vez estaba utilizando la capacidad tectónica para morder y masticar a los animales de nuevas formas y decidió hacerlo en el agua en vez de en tierra.
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«Los humanos estamos cambiando la evolución de las especies. Solo hay que ver las tasas de extinción»
―¿Cómo surgieron las extremidades de las aletas de los peces? ¿Usaron genes nuevos o los que ya existían?
―Ambas cosas. Observamos versiones de los genes que ya existían en las aletas de los peces en nuestros propios brazos, manos y pies. Por lo tanto, parte de la evolución implica el uso de genes antiguos de nuevas formas para crear animales con extremidades. Pero también contiene algunos genes nuevos.
―¿Este evento ocurrió solo una vez?
―No lo sabemos. Si nos fijamos en la evidencia disponible, parece haber ocurrido una sola vez, en el período Devónico, hace 380 millones de años. Pero podría haber sucedido varias veces y no lo vemos porque no tenemos el registro fósil.
―¿Qué tiene que pasar para que una especie se convierta en otra?
―Es absolutamente necesario que haya diversidad genética y anatómica. La diversidad es el combustible de la evolución. También ayuda, como en el caso del Tiktaalik, tener rasgos ya disponibles que sean útiles cuando surga la necesidad o la oportunidad.
―¿Qué queda en los humanos de ese pez primitivo?
―Oh, muchísimas cosas. Cada vez que inclinas la cabeza, asientes o la sacudes, cada vez que usas el cuello… Ese cuello apareció por primera vez en Tiktaalik y sus primos evolutivos. Cada vez que flexionas la muñeca hacia adelante y hacia atrás, puedes dar las gracias a Tiktaalik. Aunque también las hernias masculinas. En un pez las gónadas se desarrollan cerca de los riñones y permanecen allí. En el hombre, los testículos comienzan cerca de los riñones, como los peces, y con el tiempo, descienden al escroto, como los mamíferos. Pero entonces se dañan, se doblan… Y esa es la razón por la que los hombres son más susceptibles a ciertos tipos de hernias que las mujeres.
―¿Estamos cambiando los humanos la evolución de las especies?
―Absolutamente. Estamos cambiando el mundo: los hábitats en los que viven otras especies y el clima del planeta. Así que estamos afectando a casi todas las características principales de los animales y la evolución de las especies.
―¿Seremos como el meteorito de los dinosaurios para algunas?
―Ya lo somos un poco. Estamos provocando una extinción muy rápida de muchas especies en todo el mundo. Y creo que si los paleontólogos observaran el interior de las rocas dentro de 4 millones de años, notarían un evento de extinción. Y todo estaría correlacionado con la evolución de nuestra propia especie.