Peter Frankopan
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¿Tenemos futuro como especie o los días contados? ¿Somos víctimas de nuestro éxito evolutivo y nuestros desmanes ecológicos? Peter Frankopan (Londres, 53 años) busca respuestas en otro monumental ensayo: ‘La Tierra transformada’ (Crítica), que recorre la historia de la humanidad y la Tierra y desde el Big Bang hasta nuestros amenazados días. A pesar de catástrofes y cambios climáticos que determinaron guerras, pandemias, matanzas de brujas y genocidios, de agravadas amenazas totalitarias y nucleares, este catedrático de Historia Global en Oxford es optimista. Con sus ensayos sobre la ruta de la seda cambió la mirada eurocéntrica de la historia que resituó en Asia. Ahora cambia otra vez el paso a los historiadores con el cambio climático como hilo conductor.
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–La Tierra y la humanidad ¿están indefectiblemente ligadas?
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–Sí. Pero no solo nuestra especie. Lo están todos los seres vivos, algo que a veces olvidamos. Les excluimos al pensar en la historia, que casi nunca va de geología, geografía, diversidad o sostenibilidad y habla de personas famosas.
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–¿Somos más conscientes hoy de esa determinante simbiosis?
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–Hace tres mil años había personas muy preocupadas ya por el impacto humano en el medio ambiente. Si explotas la Tierra para producir demasiados alimentos, la matas durante muchas temporadas. Si cortas árboles, cambias las pautas de precipitación. La diferencia es que hay más humanos que nunca y más conectados que nunca, y las tecnologías nos permiten cambiar el entorno en una magnitud que nadie soñaba hace 50 o 60 años.
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–¿Seremos víctimas de nuestro éxito como especie?
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–Soy historiador. No hago apuestas. Podemos adivinar qué pasará, pero cada ser debe vivir en su nicho ecológico. Y si no eres capaz de adaptarte, ya vimos qué pasó con los mamuts, los dinosaurios y con un sinfín de especies. Ha habido cinco extinciones masivas en las que el 95% de la vida se esfumó. Pero cada animal, cada planta, desciende de la pequeña parte que sobrevivió. Sobrevivir tiene que ver con la lotería ecológica. Es pura lotería. Hay que tener suerte y no todos llevamos las mismas papeletas. El futuro de la vida en zonas tropicales, con calor o escasez de agua, es distinto al de enclaves más afortunados. Por desgracia en la Tierra prima la desigualdad social, económica y climática.
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–¿Desde cuándo la humanidad quiso manipular el medio ambiente en su beneficio?
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–Antes de que los humanos pudieran escribir. Actos como plantar, criar animales o establecerse cambian el entorno, y no necesariamente para mal. Todo ser vivo se adapta a su entorno para obtener los nutrientes que necesita. Pero cuando hay altas concentraciones demográficas ese equilibrio cambia y el impacto sobre el medio ambiente es mayor. Los primeros grandes asentamientos los hallamos en lo que hoy es Ucrania hace 9.000 años. Luego en Mesopotamia, en el Nilo y el valle del Indo.
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–Establece una relación directa entre las crisis climáticas y las revoluciones sociales. ¿También con las guerras y los genocidios?
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–Sí. Ya lo abordé en ‘La ruta de la seda’. Uno de los horrores de la II Guerra Mundial fue la falta de producción agrícola de Alemania que precipitó la invasión de la Unión Soviética, y una de sus consecuencias tuvo conexión directa con el Holocausto. Con la escasez de alimentos llega la hambruna y la gente muere a millones. Pero el fallo siempre es humano. Tenemos suficiente comida para alimentarnos pero desigualmente distribuida. Las malas decisiones humanas generan esas catástrofes.
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–¿Debe preocuparnos más la crisis climática que los delirios totalitarios de Putin, Trump o Kim Jong-un?
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–La lista de preocupaciones es enorme. Además de estos dictadores, el auge autocrático y la falta de libertad, nos amenazan nuevas pandemias, la inteligencia artificial, la desinformación y un mundo desigual en el que pasaremos de los ‘multibillonarios’ a las ‘multitrillonarios’. Si quieres tener miedo de algo, la lista es muy larga Pero debemos pensar constructivamente sin dejar que el miedo se apodere de nosotros.
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–Epidemias como la peste negra fueron, a largo plazo, catalizadores de un gran crecimiento, asegura ¿Pasa lo mismo con coronavirus?
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–Es distinto. La peste negra mató al 40 o el 50 por ciento de la población. El coronavirus fue muy dramático para muchas personas, pero de mortalidad modesta en relación con otras pandemias. Para generar un cambio de la misma magnitud que la peste negra hay que llegar a una reconfiguración de las fuerzas laborales, y eso no se ha dado. El coronavirus sí hizo que los gobiernos se cargaran de deuda a un nivel que condena a las nueva generaciones y les hurta su futuro. Los más afectados son los más pobres y los más jóvenes. Al contrario que en la mayoría de las pandemias, hemos aumentado la desigualdad.
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–Al final de su largo análisis ¿es optimista o pesimista sobre nuestro futuro como especie?
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–No soy adivino, insisto, pero los historiadores tendemos a ser muy negativos. Si miramos al pasado vemos revoluciones, guerras, persecuciones y sufrimiento. Nos tememos lo peor porque vemos las consecuencias, pero soy bastante práctico. Los humanos somos capaces de cosas maravillosas. Debemos aprender las lecciones y prepararnos mejor para no cometer los mismos errores.
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–Parece que no aprendemos. La crisis nuclear parecía superada y Putin la vuelve a esgrimir y habla de la III Guerra Mundial.
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–Pensábamos que vivíamos en un patio de recreo donde todo el mundo era majete. Pero ¿de quién es la culpa? ¿Nos estamos engañando y malinterpretando el mundo, o ha cambiado algo? Putin lleva ahí veinte años y parece que hemos interpretado mal lo que pasaba en Rusia, China, Irak y Afganistán. También en todo África y los movimientos migratorios, las pandemias, el cambio climático. Malinterpretamos la sostenibilidad. Levantemos las manos y admitamos que no aprendimos demasiado bien las lecciones de historia.
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–Nuestra historia, que comenzó con un Big Bang ¿puede acabar con un Big Bang inverso?
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–Es pura simetría. Matemáticas, no historia, pero…
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