Una investigadora de Getxo va a plantar un huerto en la Luna
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Comida para astronautas
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Comida para astronautas
El objetivo último de la misión Artemis III, melliza de la famosa Apolo, es ir a Marte y quedarse. Poner asentamientos y que los astronautas sean autosuficientes y puedan alimentarse con lo que cultiven allí.
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El experimento se hace primero en la Luna porque es más viable y económico». A sus 35 años, Marina López-Pozo, getxotarra licenciada en Ciencias Ambientales y doctora en Biología por la Universidad del País Vasco (UPV), más dos máster, se va a embarcar en uno de las aventuras más espectaculares de su carrera, nada más y nada menos que en el espacio.
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La investigadora vizcaína volará a finales de este mes de julio a EE UU para participar, desde la Universidad de Colorado, Boulder, en el proyecto Leaf (hoja) de la Nasa, en el que colabora también la Agencia Espacial Europea (ESA), entre otros organismos, para plantar un huerto en la Luna, a 384.400 kilómetros de distancia. Hasta ahora se había realizado estudios sobre cultivos de alimentos, pero «en la estación internacional».
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El plan dura tres años, aunque su contrato se limita a dos, prorrogable uno más. El momento culminante se espera con el lanzamiento de la nave espacial Orion, de SpaceX (Elon Musk) desde Cabo Cañaveral, en septiembre de 2026. Viajarán dentro cinco astronautas, entre ellos «la primera mujer, el primer hombre negro y un japonés». Como «en la superficie de la Luna no sobrevive nada, hay que meterlo en una caja, que resiste la radiación y las temperaturas extremas».
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Los productos elegidos para el experimento son la lechuga de hoja roja Brassica, «más antioxidante y de calidad superior», la lenteja de agua, probablemente alubias y Arabidopsis, «una planta con el código genético mapeado que no se come. Se usa sólo para investigar y crear conocimiento en biología vegetal», explica. «Queremos plantas muy nutritivas para los asentamientos, pero que no dejen de crecer en cantidad y calidad».
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La lenteja de agua, «la planta (no legumbre) más pequeña del planeta, crece de manera exponencial. Duplica su peso y sólo necesita agua. Además, no deja residuos como un tomate, por ejemplo, que además tarda meses en brotar. Se come entera y limpia el agua», enumera sus beneficios.
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En cuanto alunicen, los astronautas depositarán «la cámara de crecimiento», que está monitorizada para ver lo que ocurre dentro desde la tierra, sobre la superficie lunar. Al cabo de siete días, cuando deban regresar a casa, recogerán muestras de los vegetales para su estudio en profundidad tanto en la Universidad de Colorado, donde estarán Marina y su equipo, dirigido por la bióloga alemana, afincada en EE UU, Barbara Demmig-Adams -con la que ya trabajó durante la pandemia en otro proyecto de la Nasa para ver qué plantas eran susceptibles de ser cultivadas en el espacio-, y por la ingeniera Christine Escobar.
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«Analizaremos cómo ha afectado la gravedad, una sexta parte de la que hay aquí, tanto a nivel de crecimiento como de calidad nutricional».
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La huerta permanecerá en la Luna ofreciendo información valiosísima sobre «peso, color, intercambio gaseoso…» de los vegatales durante otros 29 días terrestres, que equivalen a un día lunar. Es el tiempo que tarda en hacerse de noche en el satélite, cuando «la temperatura cae a 130 grados bajo cero y todo se muere». «En función de los resultados, se empezará a pensar en Marte, pero eso ya será cosa de la Nasa», anuncia.
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Durante los dos próximos años, las dos biólogas tendrán que «diseñar el protocolo de cómo crecen las plantas. Probaremos con 24 horas de luz, a 25 grados de temperatura y un centímetro de agua o tierra e iremos cambiando los parámetros para ver cómo evolucionan las proteínas y vitaminas».
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Hay que tener en cuenta que los astronautas «no pueden ir a una tienda y si hay un fallo, no van a tener capacidad de contingencia. Además, la energía y el espacio allá arriba son limitados», recuerda la investigadora getxotarra.
Tras permanecer atrapada 18 meses en EE UU a causa de la pandemia, Marina regresó a Euskadi en agosto de 2021 «para quedarme». «Mi currículum es espectacular, pero aquí al parecer no tengo sitio. Me dicen que mis proyectos son demasiado innovadores», se duele después de que le hayan denegado una beca de investigación del Gobierno vasco. «Igual tengo que buscarme la vida en otro sitio», lamenta.
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El profesor titular José Ignacio García Plazaola, que dirigió sus prácticas y su trabajo fin de grado, destaca que es una investigadora «con mucha iniciativa, independiente y perseverante en los objetivos», aunque advierte que «la carrera científica es de medio fondo y está llena de obstáculos».
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