El mundo que propone Víctor del Árbol (Barcelona, 1986) está habitado por fieras de distinto pelaje. Algunas, se resisten a ser presas; otras, se afanan en destruir a quienes se interponen entre ellas y sus objetivos. Al fin y al cabo, el fin justifica los medios. La muerte, piensan, es un daño colateral. El mundo que surge de la mente del narrador de lo oscuro se vuelve tinta en El tiempo de las fieras (Destino, 2024). En un contexto donde el capitalismo salvaje ha ganado la batalla por el relato, el cadáver de una hacker bosnia es la primera pieza de un dominó que destapa una truculenta trama de crimen y poder que tiene por escenario varias ciudades europeas. La cacería ha comenzado.
‘El tiempo de las fieras’. ¿Por qué ese título?
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Me inspiró un documental de un director esloveno que habla de unos episodios poco estudiados sobre la Guerra de los Balcanes. Se llama Safari sarajevo. Al verlo, pensé que el siglo XXI es el siglo de las fieras. De ahí viene el título.
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Y, cuénteme, ¿quiénes son estas fieras? ¿Los asesinos de la ‘hacker’ bosnia, Vesna?, ¿el rudo inspector Soria, que investiga su asesinato? Parece que en su novela ningún personaje es un ser de luz.
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Digamos que hay fieras de diferente pelaje: algunas son completamente opacas y otras tienen claroscuros. En cualquier caso, son personajes muy miltonianos: aceptan su destino trágico, pero tienen el germen de la rebeldía en el alma. No son personas que se resienten, no tienen vocación de cordero.
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No son víctimas perfectas.
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Por otro lado, están las grandes fieras, a quienes yo llamo los dioses indiferentes. Es decir, aquellos seres que han convertido sus ambiciones en su prioridad más allá de la ética y de la moral que pueden regir para la mayoría de nosotros. En este Olimpo de los dioses entrarían las personas que controlan la gran economía mundial.
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«El siglo XXI es el siglo de las fieras»
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¿Quiénes?
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Quienes hacen caer democracias, países… Millones de personas pierden su trabajo y su casa. Y ellas consideran que son daños colaterales. En este segundo grupo también se sitúan las grandes organizaciones del crimen organizado, que se convierten en multinacionales del delito. El individuo se diluye de tal manera que cabe en un excel. Para mí, estas serían las fieras del siglo XXI.
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Y se sumerge en su mundo a través de las peripecias del inspector Soria. Habla de poderosos, altas finanzas, espanto, brutalidad, poder… ¿Qué es lo que le interesa de este universo y por qué considera que es un buen escenario en el que situar la novela?
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Yo no creo que haya descubierto la sopa de ajo. Lo que cuento en El tiempo de las fieras es algo que cualquiera mínimamente informado ve continuamente en los medios de comunicación. Incluso puede que haya sufrido sus consecuencias. Muchos, muchísimos, sufrieron cuando los bancos americanos quebraron. Eso tuvo repercusiones en nuestros trabajos e hipotecas. Hay un efecto dominó: cae la primera ficha y no sabes hasta dónde va a llegar todo esto.
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Sí, ¿pero qué le interesa?
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Lo que me interesa es averiguar cómo es posible esa forma de entender la vida, que yo llamo el crimen social. La sociedad acepta unos valores que determinan que el beneficio está por encima de la vida humana, se acepta que se puede hablar de daños colaterales cuando alguien muere por intereses económicos.Así, el crimen ya no es lo extraño; lo extraño es la inocencia.
«En la lógica del progreso sin límite, el individuo no tiene ningún valor y esa lógica nos está llevando a un mundo en el que no somos felices»
Entonces, ¿propone en esta novela una visión dramatizada, ficcionada, de un mundo en el que el neoliberalismo y el capitalismo más salvaje han ganado la batalla por el relato?
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Efectivamente. En la lógica del progreso sin límite, el individuo no tiene ningún valor y esa lógica nos está llevando a un mundo en el que no somos felices.
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Café por la mañana y lorazepam por la noche. Así definen algunos el mundo del que usted habla.
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Sí. Cuestionar todo eso me parece muy interesante. También hay un detalle que me gustaría aclarar: es cierto que la ficción es ficción, pero es mucho más que entretenimiento. En este caso, la ficción sirve para corregir la realidad. Es decir, para amplificarla y modificarla. Por otro lado, no es lo mismo conocer estos hechos a través de los medios de comunicación que llevarlos al territorio de la literatura. Aquí se juega con una cosa extraordinaria, que es la empatía. Yo te hago sentir a ti la experiencia personal de lo que significa estar rodeado de lobos.
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Teniendo lo hablado en cuenta, ¿qué le interesa contar en ‘El tiempo de las fieras’? Una síntesis.
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Que no existen las vidas pequeñas, que no existen las vidas insignificantes. También me interesa contar que, quizá, el día en el que los lobos aprendan lo que es el miedo las cosas puedan cambiar.
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«El cine tiene cosas muy interesantes que tienen que ver con el ritmo y que son aplicables a la escritura: los cambios de encuadre, los ‘travellings’, los diálogos rápidos, chispeantes…»
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¿Que el miedo cambie de bando?
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Eso es peligroso. Si dejamos de ser corderos y nos convertimos en lobos para hacer exactamente lo mismo tampoco me vale.
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El atropello de Vesna destapa una trama de crimen y poder que tiene como escenario varias ciudades europeas. ¿De dónde surge esta historia? Y, por otro lado, ¿precede a la novela un trabajo de documentación? Menciona grandes unidades de inteligencia de países como Yugoslavia.
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La arquitectura de una novela como esta es compleja, sobre todo para el autor.
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Entiendo. Además, la historia se ramifica y se retuerce.
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Claro. La dificultad radica en mezclar los mejores componentes del thriller, la novela histórica y la negra, en este caso. Eso no requiere de mucha documentación, porque hay una parte que yo conozco muy bien: todo lo que tiene que ver con el espectro psicológico de los personajes. O la investigación policial, una metodología a la que estoy habituado. He sido policía 20 años. Los escenarios también me resultan familiares, porque he viajado a todos ellos. He estado en Sarajevo, en México… La dificultad para mí ha estado en entender bien detalles muy concretos como, por ejemplo, el hackeo. Yo, aunque me pueda manejar con la tecnología, soy como Soria. Ambos venimos de una generación analógica. Ahí he tenido que pedir ayuda a colegas policías que investigan delitos informáticos.
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¿Y qué es lo que le impulsó a escribir y aparcar la placa?
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Yo ya escribía antes de ser policía y publiqué mis primeras novelas siéndolo. Mi pasión, de siempre, ha sido la escritura. Y soy muy tozudo, sabía que en algún momento de mi vida iba a tener que tomar esta decisión vital.
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Su firma está estrechamente ligada a la novela negra. ¿Qué le atrae del género?
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Los escritores que saben mezclar novela negra con alta literatura: Don Winslow, Pierre Lemaitre y, sobre todo, un escritor americano que admiro mucho, Dennis Lehane. Esa visión cruda de la realidad y, a su vez, bella, trabajada con mucho estilo, me atrae mucho.
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¿Hasta qué punto es el cine fuente de inspiración para este ‘thriller’? Cuenta la crítica que algunos de sus pasajes son de corte inequívocamente cinematográfico.
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No lo son tanto las escenas cinematográficas, sí los recursos técnicos. El cine tiene cosas muy interesantes que tienen que ver con el ritmo y que son aplicables a la escritura: los cambios de encuadre, los travellings, los diálogos rápidos, chispeantes…
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Cambiemos el orden de los factores. ¿Hasta qué punto bebe el cine de la novela negra clásica?
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Hasta la última escena. Absolutamente todo. La estética del cine noir americano nace de Carver, Jim Thompson… De los grandes.
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